Este mundo posmoderno en el que estamos viviendo, ha logrado envolvernos en sus “tentáculos ideológicos” que nos han atrapado con ideas y pensamientos que han traído peso extra a nuestra vida.
Nos han dicho:
- Que tenemos que ser productivos para ser valiosos
- Que tenemos que estar haciendo algo todo el tiempo y en cualquier horario
- Que si no estamos en funcionamiento y en función de otros, no servimos, somos inútiles
- Que el descanso es una pérdida de tiempo
- Que “parar” es sinónimo de debilidad.
Todo esto nos han dicho, pero nos han dicho mal. Basta con echar una mirada a la salud física y mental de las personas a nuestro alrededor: todos (incluidos los niños) están cansados, agotados y estresados a causa de agendas llenas de actividades. ¿No es cierto que estamos extenuados con todas las tareas que esta sociedad, de manera insalubre y silenciosa nos ha tirado encima?.
Niños levantados desde mucho antes de que salga el sol, para cumplir con extensas y casi abusivas jornadas escolares en las que las clases empiezan antes de que el cerebro esté listo para aprender (8 de la mañana, neurológicamente), para luego participar en cursos, entrenamientos, y actividades extracurriculares que les roban el derecho a descansar, dormir y jugar. Jóvenes sobrecargados con interminables actividades que apuntan a tener éxito en su futuro pero a costa del sano y necesario disfrute del presente.
Y nosotros los adultos… enfermos de correr, de hacer, de trabajar, de producir para tener olvidándonos del ser. Trabajamos tanto, hacemos tantas cosas para obtener dinero que no podemos disfrutar a causa del estrés, el mismo que nos que nos roba la salud y los momentos de dormir, comer y vacacionar.
En medio de esta esquizofrenia social donde todos corremos ocupados e inmersos en frenéticas rutinas que llenan el día pero vacían la vida, no nos detenemos a pensar si estamos viviendo bien, o si tal vez solo estamos funcionando en “piloto automático”. Hoy te invito a pensar. Te invito a detenerte un momento y reflexionar si quizás estamos viviendo sin disfrutar, comiendo sin saborear y durmiendo sin descansar. Tragedia social.
Los holandeses se inventaron un arte, un concepto que surge como un regalo necesario para todos: lo llaman Niksen. Tal vez te suene raro, pero te aseguro que lo necesitas. Es el arte de no hacer nada; es la invitación a oprimir el botón de pausa y disfrutar (realmente disfrutar) el no hacer nada. Es comprender que no hacer nada realmente es un arte que necesitamos aprender y enseñar.
Es la decisión de cuidarnos a nosotros mismos haciendo pausas en el día, en la semana y en la vida; es pausar tus actividades y hacerlo sin culpas, sin remordimientos y sin explicaciones. Parar, detenerte, no hacer nada, que en realidad y a la postre es hacer mucho.
Estoy convencida de que todos necesitamos parar: 10 minutos, una hora o tal vez muchos días, tú lo sabes. “Hay que hacer”, nos dice la cultura, “Hay que ser” nos dice el Creador
El ocio es un regalo del tiempo que el mundo moderno y la era digital nos robó; el ocio es un refrigerio para el cuerpo y una milenaria medicina para el alma; el ocio es el origen de la creatividad y el preámbulo para la verdadera productividad. El ocio no es vagancia, el ocio no es pereza, el ocio es un derecho y una profunda necesidad humana.
Nos han mentido, quiero decirlo para ti y para mí. Nos han hecho creer que vales por lo que haces; nada más alejado de la verdad. Tu valor no lo determina las horas que corres al día de aquí para allá cumpliendo haciendo cosas y llenando expectativas ajenas. Tu valor está en lo que eres, y eres único, eres importante, necesario y suficiente; y tienes que cuidarte y disfrutar las bendiciones cotidianas, Lo dijeron los holandeses hace unos años, pero Dios lo dijo desde el principio: El descanso forma parte de la vida, El descansó: “Cuando llegó el séptimo día, Dios ya había terminado su obra de creación, y descansó de toda su labor”. Él lo hizo, ¿Qué te hace pensar que no lo necesitas tú?