Vivimos en una sociedad donde los muertos reciben más flores que los vivos; esto, es una ironía y valdría la pena preguntarnos: ¿por qué somos tan dados a rendir homenajes de tiempo, palabras, serenatas y ofrendas florales a los muertos? De ninguna manera estoy diciendo que esté mal despedir a nuestros seres queridos o acompañar a quienes pierden a los que aman. Mi reflexión en esta oportunidad es: ¿por qué razón no somos tan intencionales en hacer todo esto con los vivos?
¿Por qué será que sentimos un deseo o necesidad de expresar el afecto y dar cosas cuando la persona ya no está, cuando sin lugar a duda ya no puede escuchar ni recibir nuestras ofrendas?
De manera necia muchas veces desperdiciamos el tiempo que tenemos con las personas que amamos mientras aún están con nosotros; ¿Será que hay algo que aún no hemos entendido? ¿Será que hay una lección que todavía no hemos aprendido?
En eso se centra esta reflexión:
• Y si… ¿Celebramos la vida y no la muerte?
• Y si… ¿Abrazamos un cuerpo vivo hoy y
no un féretro mañana?
• Y si… ¿Besamos y expresamos el amor hoy
que aún tenemos tiempo?
• Y si … ¿Pasamos tiempo de calidad y significativo con el cónyuge, el hijo, la madre
y el hermano?
• Y si … ¿Viajamos para visitar y coleccionar momentos con ese ser querido y no esperamos para hacerlo en su funeral?
• Y si… ¿Lo hacemos en vida?
• ¿Y si…En vez de rendir homenaje a los
muertos le rendimos homenaje a los vivos?
• Y si… ¿Celebramos la vida? ¿Hoy mismo?
¿Ya mismo?
Esta columna es a la vez una reflexión y una invitación: Celebremos el hermano el esposo, el padre, el hijo y el amigo que tenemos al lado; la invitación es a decir las palabras bonitas a los oídos y a los corazones que aún pueden escuchar y sentir. La invitación es a regalarnos las flores ahora que podemos verlas y olerlas; a dedicar las canciones de amor ahora que podemos escucharlas; a viajar kilómetros de distancia para disfrutar de un ser amado vivo y no para su funeral. La invitación es a hablar, escuchar y expresar lo mucho que las personas nos importan, lo mucho que los amamos y lo afortunados que somos al tenerlos.
Explícitamente quiero invitar a celebrar la vida de manera cotidiana y a no esperar a que nos sorprenda la muerte para expresar lo inexpresado, para dar el amor guardado y para entregar la palabra no dicha; invito a que a partir de hoy hagamos un esfuerzo por vivir y disfrutar las bendiciones más intencionalmente; a no dar nada por sentado, porque la vida es un soplo y es finita; y lo único infinito es lo que hayamos vivido y entregado. Entonces, cuando la vida sea solo un recuerdo, podremos tener la satisfacción de haber vivido sin deudas y sin pendientes.
El tiempo es hoy -el mañana nunca llega-. Expresa el amor, envía el mensaje, pide perdón, visita a la abuela, tómate ese café con alguien, llama, expresa y entrega el amor. Por favor: celebra la vida, para que no tengas que celebrar la muerte.