La cabalgata: uno de los eventos que más llama la atención en el marco de las festividades del folclor. Multitudinario certamen donde ibaguereños y visitantes se aglutinan al margen de la carrera Quinta para ver expectantes a miles de caballistas que exhiben lo mejor de sus ejemplares, y donde estos dan muestras de lealtad, guapeza y amistad.
Sin embargo, este evento tiene dos grandes lunares: el incumplimiento en los horarios para su inicio, lo que afecta la movilidad de la ciudad y los cientos de caballistas en avanzado estado de embriaguez a lo largo de todo el desfile.
En esta actividad, la Sociedad Protectora de Animales debería poner su atención para vigilar que los caballos que participen en la cabalgata no vayan a sufrir ningún tipo de maltrato. Un jinete ebrio amenaza su salud física y representa un peligro para las otras personas. Además, irrespeta a su caballo, porque lo expone a sufrir lesiones.
Lo más triste, es que no le importa el espectáculo frente a la gente que se aglutina para ver un certamen de calidad y disciplina, con el agravante que en los últimos tramos de la cabalgata ya no hay nada que ver: solo borrachos y caballos briosos, sedientos, cansados y agotados, porque tuvieron que soportar una jornada ingrata para ellos y poco digna para los espectadores.
En el reglamento de ASOCATOL, el ente que organiza este certamen, debería ser letra de oro en el reglamento que durante el recorrido de la cabalgata a ningún caballista se le permita ingerir licor. Menos participar si ya tiene tragos en su cabeza, por lo que debe ser obligatoria la prueba de alcoholemia. En otras ciudades como Medellín, Cali y Manizales, famosas por sus majestuosas cabalgatas, ya comenzaron a ser rigurosos con estos manejos, ante los casos de accidentes que han provocado muerte y lesiones a caballistas y animales.
Definitivamente resulta aburridor el espectáculo de connotados personajes de la ciudad, pertenecientes al selecto mundo político, cultural, deportivo, empresarial o gremial, quienes apenas pueden sostenerse en su caballo, bebiendo y ofreciendo licor, como si fuera su última borrachera. No logro entender si la ausencia o prohibición de la ingesta de licor les resta interés y ánimo a los caballistas. Si supieran lo mal que les queda replantearían su actitud, en una muestra de civismo y convivencia.
Tampoco entiendo cómo un ejército de policías vela por el normal desarrollo del evento pero nada hace para controlar el comportamiento peligroso y mal educado de los caballistas borrachos. Lo correcto es que una vez se evidencie su estado, los agentes procedan a retirarlos y llevarlos a un lugar seguro, o entregarlos a sus familias.
No encuentro diferencia entre un borracho al volante y otro a caballo. Son iguales de peligrosos. Por eso debe aplicárseles el rigor de la ley, como una muestra de respeto, igualdad, garantías y seguridad para los asistentes.
Finalmente, quiero recomendarle a la empresa que hace la limpieza después de la jornada que proceda inmediatamente, para no prolongar el mal olor y el pésimo aspecto que refleja la boñiga dejada por los caballos sobre la avenida principal de la ciudad. Da pena con el medio ambiente, con los de aquí y con los de allá.
Abogada.