Desde hace décadas se sugiere que Ibagué podría llegar a ser una ciudad universitaria. Aún hay un camino difícil que es menester recorrer para lograrlo ¿Estamos listos?
Recientemente estaba leyendo sobre la psicología cultural y sus dimensiones. Me encontré con la forma de abordar la cultura “independiente” y la “interdependiente”, y su relación con el origen socio-económico de los individuos. Más allá de la ubicación en este escenario que pueda tener Colombia (los invito a revisar este vínculo), lo cierto es que nos falta mucha investigación sobre el origen de los estudiantes que logran acceder a la educación superior.
Como lo recuerda Alana Conner en una de sus clases, un mensaje más “independiente” y enfocado hacia el esfuerzo personal y a la competencia motiva a quienes tienen origen en familias de clase media, mientras que un mensaje más “interdependiente” sobe integrar una comunidad, encontrar apoyo en sus compañeros y maestros, motiva mucho más a un hijo de la clase trabajadora en los Estados Unidos. El asunto no es de poca monta. Si Ibagué quiere ser una ciudad universitaria tiene que abordar sus políticas públicas a partir de una reflexión seria y soportada en la ciencia ¿Quiénes son hoy los estudiantes universitarios de Ibagué? ¿Qué encuentran hoy los estudiantes en la capital tolimense? ¿Cómo se articulan realmente las investigaciones entre universidad, empresa y gobierno local? ¿Dónde están los corredores y espacios seguros para la comunidad estudiantil fuera de las universidades?
No se trata de invertir en obras e inaugurarlas con voladores y discursos, como a tantos les encanta, sino de orientar un conjunto de investigaciones para entender qué buscan, qué quieren, qué motiva a los estudiantes universitarios del Tolima ¿Se quedan en Ibagué porque quieren? ¿Llegan de otros municipios y regiones? ¿Buscan salir del Tolima y por eso estudian? ¿Se crearán suficientes empresas, o tendrán claras garantías para crearlas y evitar así la desocupación?
Encuestas hay, sin duda. Ejercicios que nos cuentan cómo vamos también, ahí están. Lo que nos ha faltado es un acuerdo a largo plazo que nos permita asumir los retos de transitar hacia una ciudad universitaria. Ejemplos los hay muchos en el mundo. Seguro me dirán que Dinamarca no es Cundinamarca. Les diré que pensando así Dinamarca seguro se parecería más a nuestra parte de la frase.
Cornell, Salamanca, Oxford, Cambridge y tantos otros centros urbanos se han volcado hacia generar un escenario propicio para que las universidades se desarrollen y su aporte a la economía local vaya mucho más allá del consumo de sus estudiantes y profesores. En Ibagué, esto último dispara las ventas de bares y restaurantes, pero hacen mucha falta teatros, librerías, cines independientes, museos, tertulias, laboratorios.
La universidad no debe ser un lugar al que se asiste para tomar notas, presentar exámenes y obtener un título. Tiene que ser mucho más. Tiene que ser un punto de encuentro para la creatividad y la innovación, tiene que estar en todas partes, desde la plataforma a la que se accede en el celular, hasta la resolución de problemas en la cadena de suministros de tantas empresas que están presentes en su entorno. Tiene que ser exigente, pero a la vez responsable. Es muy fácil que una universidad llegue al ranking de las mejores, recibiendo a los mejores mediante exámenes de admisión o filtros vía resultados del examen saber 11. Es mucho más difícil que una universidad transforme realmente la vida de sus estudiantes, a través un proceso de formación y acompañamiento hacia la libertad. Esa que solo se logra cuando podemos ser agentes de cambio y no pacientes de lo que otros definen.
Ibagué puede dar un salto hacia convertirse en una ciudad universitaria o puede quedarse como un lugar ideal para pasarla bien con los amigos y compartir algunas “polas”, mientras nos quejamos de lo mal que está todo. Si queremos lo primero, es urgente entender la población estudiantil que reciben todas las universidades de la ciudad, los resultados de las diferentes pruebas que se aplican a los estudiantes en los colegios, lo que esperan sus familias de su educación y hasta dónde están dispuestos a acompañarlos (el error es pensar en que se trata de pagar una matrícula o servir de fiador). Identificar variables clave e investigar mucho más para encontrar el camino a seguir, uno que realmente aporte al desarrollo del Tolima y no solamente al desarrollo personal de los egresados.