Tras perder la visión, Adelaida Aya decidió convertirse en guía turística y practicar deportes extremos
Adelaida Aya tiene 46 años y aunque es bogotana de nacimiento, su corazón es completamente ibaguereño.
Llegó a la ciudad hace más de 10 años con su esposo y sus tres hijos, querían buscar una mejor oportunidad de vida para su familia, alejada del caos de la capital.
El primer año fue todo lo que habían pensado, de hecho, hasta montaron una pequeño de negocio de verduras y carnes, el cual les estaba dando grandes resultados. Sin embargo, una lamentable situación cambió todos los planes.
“A mi esposo le dio un infarto fulminante, no hubo oportunidad de hacer nada. Quedé viuda con mis tres hijos”, recordó Adelaida.
Pero ella no paró, por sus hijos sabía que tenía que sacar adelante el negocio, de ellos dependían su supervivencia en la capital del Tolima. No obstante, al año llegó otra tragedia.
“De pronto empecé a perder la visión en mi ojo derecho, fui al médico, pero no pudieron hacer nada y a los dos meses también perdí la visión total del izquierdo. Me explicaron que hubo una degeneración de un nervio a causa de la diabetes, así que fui hasta Bogotá para hacerme todos los exámenes y dijeron que era definitivo, no se podía hacer nada”, contó.
Fueron tres meses los que estuvo de consultorio a consultorio, en operaciones, revisiones, tiempo en el que tuvo que dejar a un lado su negocio y quebró. Era la única entrada económica con la que contaban, así que inició su época más “oscura”. (Ver: Con solo 11 años, el tolimense Sebastián Aldana se convirtió en campeón nacional de BMX)
Pagaban arriendo y debido al cierre de su negocio, no pudieron pagar en varios meses, así que la dueña de la casa los llevó hasta la Casa de Justicia, donde les dieron unas semanas para que desalojaran.
“Empezamos a vivir de la caridad de la gente, que nos llevaban mercado y un político que nos pagó tres meses en una habitación. Cuatro personas en una habitación, fue terrible”, sostuvo.
Sus hijos mayores fueron de gran ayuda, mientras dejaba a la menor en el colegio, se iba con los otros a “rebuscársela”: lavar ropa, cuidar niños, limpiar casas, “lo que resultara”. Y poco a poco fueron saliendo de sus crisis.
“Mi hijo se fue para Bogotá y yo busqué manera de entender mi nueva vida, debía encontrar cómo aprender a movilizarme, cómo sostener a mis otras dos hijas”.
Un centro de rehabilitación que le cambió la vida
Adelaida perdió su negocio, su esposo y su vista, solo quería llorar y echarse a la pena, pero sus hijos no se lo permitieron.
Así que encontró en Asinvitol (Asociación de Invidentes del Tolima) una segunda oportunidad. Allí le enseñaron a movilizarse sola, manejar un computador, escribir, leer y hasta manejar su propio celular.
Es algo muy duro, inicialmente es terrible porque uno no asimila que ya no volverás ver en la vida y llegue a ese centro y me dijeron que podía hacer todo por mí misma y lo fui haciendo”, puntualizó. (Ver: Creció bajo protección del ICBF y hoy es abogado, docente y uno de los mejores nadadores de Sudamérica)
Y no solo eso, hasta el centro de rehabilitación llegó el Sena, ofreciéndoles cursos a todos aquellos que quisieran. Ella eligió ser una formadora turística, no le llamaba la atención, solo quería hacer algo, pero terminó “encarretándose”, tanto, que hoy en día está a punto de graduarse como guía turística con esta misma institución”.
Hoy es una informadora turísitica en cualquier punto habilitado en la ciudad que sea designada. Juiciosamente se aprende los folletos que le reparten a los visitantes de arriba abajo y se los explica como si estuviera leyendo.
“Bueno, si hacen una pregunta suelta obvio me corchan, pero es un muy gracioso porque cuando leen el carné donde dicen que soy invidente y me piden perdón, hasta me abrazan”, explicó.
Con el Sena también hace recorridos en municipios, ella sola ha guiado grupos de hasta 25 personas en Megalr y El Espinal. ¿Cómo hace?, pues primero va con algunos docentes del Sena, le enseñan la ruta, ella busca sobre las historias de los sitios y le cuenta a los turistas cuando en su turno.
Además de esto, en Asinvitol dicta clases de braille para personas que pasan por la misma situación que ella vivió años atrás.
“Hay que vivir la vida”
Desde que aprendió a valerse por sí misma, se ha dedicado a viajar y practicar actividades extremas como escalada de montaña, rápel, canopy, entre otros. Ni sus hijos la detienen, ella quiere aprovechar su nueva vida sin que le tengan lástima o la menosprecien.
“Uno puede ver a través de los ojos de los demás, escuchar indicaciones y estás listo para vivir tus propias experiencias por medio de tus otros sentidos, por eso les digo a las otras personas que están pasado por lo mismo que viví hace años: ánimo, los limites se los pone cada persona, no esperen a que nadie se arrastre a uno, no basta, he escalado he hecho canopy y cosas extremas. Después de que alguien te describa el camino, tú arrancas. Pierdan el miedo y no hay nada que los pare”, manifestó Adelaida.
No obstante, reconoce que la sociedad no está preparada para las personas que sufren algún tipo de discapacidad, precisamente por no hay políticas de inclusión que les enseñen a adaptarse a esa nueva vida que deben enfrentar. (Ver: Ser madre soltera no le impidió a Estefany Forero continuar con su sueño de ser Policía)
“Lo que viví no lo debería pasar más nadie, no hay garantías, no les dicen a las personas qué pueden hacer, si uno es grande y sufre imagínese los niños, por eso quiero seguir especializándome sobre la inclusión social y luchas por los derechos de todos aquellos que son excluidos. Ese es mi sueño”, enfatizó.
Por eso, implementó su propia ruta para invidentes, la cual creó bajo el nombre Atrévete y disfruta, un recorrido por todo el centro de Ibagué. El que desee contactarse puede llamarla al teléfono 3142959742.