Sheffy, el hombre que viste al Deportes Tolima inició como 'cotero' en una empresa de alimentos
Es decidido y arriesgado. Precisamente son esas dos características las que lo tienen hoy como uno de los protagonistas de la final de la Liga Águila II - 2016, que se jugará este domingo en el estadio Nemesio Camacho El Campín de Bogotá, entre el Independiente Santa Fé y el Deportes Tolima.
Fue hace 14 años cuando Miguel Fernando Castillo apostó por sacar su empresa del mercado local de los uniformes escolares y traspasó fronteras confeccionando los uniformes del Deportes Tolima.
Su marca Sheffy ya es reconocida en Colombia y Sudamérica gracias a las buenas campañas que ha realizado el club Vinotinto y oro. Y este domingo, nuevamente, en las pantallas de millones de televisores aparecerá la camiseta oficial del Deportes Tolima confeccionada en esta fábrica del barrio La Granja.
Es su tercera final con el equipo de Gabriel Camargo. La primera fue en el año 2003, con el técnico Luis Augusto 'El chiqui' García, y en la que se consiguió la primera estrella ante del Deportivo Cali. Luego, en 2006, con Jorge Luis Bernal, y ahora con Alberto Gamero.
"Primero le daba los uniformes al arquero del Deportes Tolima Freddy 'El chito' Torres, eso fue en el año 2001. Luego, en el semestre B de 2002 ya hice la negociación para vestir todo el equipo", recordó Castillo, de 53 años, nacido en una finca del Cañón del Combeima.
No fue fácil. Las expectativas comerciales no fueron las esperadas y las críticas, locales y nacionales, estuvieron a la orden del día. "Iván Mejía (comentarista deportivo) dijo una vez esa camiseta es fea, como todo lo de Camargo (Gabriel). Yo fui hasta Bogotá y le llevé una camiseta oficial, le expliqué el diseño y paró sus comentarios", expresó.
Pero Miguel no se dejó intimidar y la calidad de sus prendas deportivas, hechas con alta tecnología, le abrió las puertas en otros clubes profesionales del fútbol colombiano. Sheffy ha vestido equipos como el Atlético Huila, Deportivo Pasto, Águilas Doradas y Deportes Tolima, entre otros.
"Ya vienen clubes de todo el país. Eso es una enorme alegría, encontrar ese reconocimiento de la marca. Yo lo soñé, me atreví y hoy es satisfactorio ver la marca en todas partes", dijo visiblemente emocionado.
Sus uniformes ya los compran hasta en las escuelas deportivas de Canadá y Miami. También confecciona prendas para otras disciplinas diferentes al fútbol. "Nosotros hacemos ropa para golf, ciclismo, tenis... Hacemos de todo: si nos encargan uniformes para jugar parqués, se los hacemos", afirmó sonriendo.
Hace 20 años, cuando fundó formalmente su empresa, las ventas de uniformes para colegio era el 90 % de su producción y 10 % prendas deportivas. Ahora es al contrario.
¿De dónde salió la marca Sheffy?
Esa es tal vez la pregunta que siempre le hacen. Todo se lo debe a uno de sus 13 hermanos, que en su niñez le regaló un disfraz de sheriff (agente policial de Estados Unidos).
"Yo no podría pronunciar la palabra Sheriff sino que decía Sheffy, y fue por eso que todos me pudieron ese sobrenombre", contó mientras recorría las dos casas que unió en el barrio La Granja y en donde funciona su fábrica.
"Inicié como 'cotero' y me llena de orgullo decirlo"
Pero la vida de Miguel Castillo no nació hace 20 años con la creación de su empresa. Su vida ha sido un ejemplo de lucha y sacrificio, una combinación que le permitió sobresalir en Ibagué, una ciudad en la que hay más envidia que oportunidades.
Seguramente muy pocas personas sabrán que Miguel empezó su vida laboral en 1985, cuando cursaba su primer semestre de administración de empresas en la Universidad del Tolima, y que su primer empleo fue cargando cajas en la bodega de una empresa de pastas, que funcionaba en la vía Mirolindo, en donde hoy funciona la sede de la empresa Interaseo.
Llegó a ese puesto gracias a una compañera de la Universidad que trabajaba como secretaria en la empresa.
"Ella nos dijo a los compañeros de semestre que si alguno quería trabajar en la noche, y yo le dije que de una. Empezaba a trabajar a las 11:00 de la noche. El turno era hasta las 6:00 de la mañana. Cargaba 250 bultos de pasta. Yo era un atleta, por eso no sufría tanto. Recuerdo que antes de irme a la bodega mi mamá siempre me preparaba la comida y me la empacaba en un porta", recordó.
Allí trabajó tres meses y después le ofrecieron el cargo de supervisor pero no aceptó. La vida le tenía preparado su propio camino como empresario.
Después incursionó en la venta de libros. Caminaba por las calles del centro de Ibague visitando planteles educativos y el éxito también lo acompañó. "Yo digo que el vendedor no nace sino que se hace. En la empresa nos entrenaban y aseguré rápido el mercado de los mejores colegios de la época", afirmó.
Lo que él no sabía era que esa era la puerta de entrada a lo que sería su empresa Sheffy. Una mañana de diciembre de 1990, hace 26 años, se encontró de sorpresa con la venta de uniformes.
"Yo llegué a un colegio y encontré a la rectora preocupada porque la persona encargada de hacer los uniformes le había quedado mal. Yo le dije: ¿cuántos uniformes son?, yo se los hago. Yo no sabía un carajo del tema", admitió.
Eran 350 uniformes y no tenía ni experiencia ni dinero. Entonces buscó un millón de pesos prestado con su suegro Joaquín Pinilla y contrató a unas modistas para que se los hicieran.
"Fue mi primer negocio de ropa, precisamente hace 26 años, y de ahí en adelante me dediqué a esto. Aprendimos del negocio, hemos comprado maquinaria moderna y nos especializamos en hacer prendas deportivas de alta calidad", dijo.
Su sueño es que su marca Sheffy llegue a ser tan famosa en el mundo como Nike y Adidas, que sus cuatro hijos trabajen hombro a hombro con él en la empresa y que sus nietos (que aún no llegan) continúen vinculados a la compañía que nació hace más de dos décadas con un millón de pesos que consiguió prestados.