Las medidas tomadas por el alcalde de Ibagué, Guillermo Alfonso Jaramillo, con motivo de las festividades sanjuaneras de junio, me hicieron acordar al cantautor Carlos Puebla, conocido también como “El cantor de la revolución”, con aquella trova: “Y en eso llegó Fidel”.
La melodía hace referencia a la época que Cuba, antes de la revolución de 1959, era un garito y prostíbulo grande de los magnates, ricos y mafiosos de los Estados Unidos en la dictadura corrupta y sanguinaria de Fulgencio Batista, cuando la isla era un desbarajuste y los poderosos y forajidos podían hacer con ella lo que se les venía en gana.
Guardando obviamente las gigantescas diferencias, contenidos, caracteres de los sistemas políticos y propósitos históricos de la Cuba de aquel periodo y la Ibagué de hoy, sí encontrábamos algunas similitudes como la corrupción, grupos mafiosos que ostentaban el poder para enriquecerse a costa del atraso de la ciudad, el desgobierno y la indisciplina social que les convenía para mantener al pueblo vendado con trago, diversión y circo.
Pues bien, cambiándole algunas letras a la tonada nos sale perfecta a los ibaguereños. “Aquí pensaban seguir/ sin cuidarse ni la forma/ con el robo como norma/ y en eso llego Jaramillo… Llegó el Comandante y mandó a parar”.
Aquí estábamos acostumbrados a que los últimos alcaldes se la pasarán en el paraíso fiscal de Panamá o jugando golf, utilizando el intelecto para crear impuestos y cargas contributivas que afectaba el bolsillo de los habitantes realizando licitaciones chaleco y contratos leoninos para engordar sus ganancias, mientras la ciudad se hundía en el subdesarrollo y la miseria. Sin agua, transito caótico, sin control ni seguridad, salud, buena educación, sitios de recreación y muchas cosas más.
Entonces cuando llega un hombre que comienza a cambiar toda esa podredumbre, se inician desde todos los flancos los ataques al estilo y la forma en que gobierna. Por tener carácter, tomar decisiones que en determinados casos pueden afectar intereses como el venta de licor, algunas discotecas y bares de la carrera 5ª entre calles 25 y 42, que no suman más de 15, y ponen el grito en el cielo. Pero no entienden o ¿se hacen los bobos? que esa iniciativa acaba la letrina más grande que tenía la ciudad en esta temporada de jolgorio, que beneficia a miles de habitantes del sector que viven en los alrededores, locales comerciales distintos a la beba y el goce, consultorios médicos y centros de salud de Cádiz, inclusive una reconocida clínica, además de habilitar el tránsito automotor por esta arteria fundamental de Ibagué que quedaba obstruida para el flujo vehicular, creando trancones enormes en el centro de la ciudad en temporada de fiestas.
Las modificaciones en cuanto a la ruta de la cabalgata y los desfiles, por las avenidas Ferrocarril y Guabinal, respectivamente, simplemente se toman, en mi criterio, dentro del exitoso programa de movilidad vial que viene desarrollando la administración local para no paralizar el centro. En cuanto a la guachafita de la quinta, solamente se descentralizó y ahora se realizará en los alrededores del estadio Manuel Murillo Toro, barrios del sur y El Salado, solo que con más orden y control, con horarios incluido que dejen dormir a los vecinos y vigilancia policial adecuada para atender las infaltables peleas y alteraciones del orden público protagonizadas por los borrachos desenfrenados.
En resumen, Guillermo Alfonso Jaramillo, le puso orden al desorden en beneficio de la mayoría absoluta de la población, medida que aplaudimos así afecte a unos pocos, a los vendedores de bebidas alcohólicas que deben trasladar sus negocios unos cuantos metros, pero que tampoco es para que digan que se van a morir de hambre.
Igualmente, las medidas buscan controlar a los ladrones, atracadores y rufianes que llegan hacer su agosto en pleno junio, donde infortunadamente varias vidas se han perdido en estas fiestas, amén de los heridos y víctimas que dejan las acciones de los delincuentes foráneos que aprovechan la rumba y el carnaval para cometer sus fechorías.
Estamos ante un mandatario con carácter y pantalones, que toma decisiones así no gusten a algunos, pero que no es un muñeco pegado en la pared de esos que estábamos acostumbrados, que su único programa de gobierno era ver como se podía llevar el presupuesto. Este es un hombre con suficiente conocimiento y experiencia, que está poniendo orden y control en la casa en todo sentido, y que, obviamente, las medidas que toma afecta a los que estaban acostumbrados a pelechar de la caótica situación que vivía la ciudad.
Nosotros no votamos, o al menos yo, por una persona que fuera complaciente con todos ni que fuera y continuista, vote por el cambio y la transformación de Ibagué, vote por el futuro de mi ciudad y no creo que me haya equivocado; prefiero a un malgeniado que, posiblemente, cometa errores en el trabajo que realiza, como todo ser humano, pero no es un ladrón ni asaltante de los recursos públicos.
Y nada mejor, para terminar, que recordar otra estrofa de la canción de Carlos Puebla: “Aquí pensaban seguir/ ganando el ciento por ciento/ con casas y apartamentos/ y echar al pueblo a sufrir. Se acabó la diversión, llegó el Comandante y mandó a parar”. Aquino no se llama Fidel, se llama Guillermo Alfonso, y guardando las abismales proporciones en todo sentido, como dije al comienzo, lo único en común es que las mafias que detentaban el poder están derrotadas y ojalá, nunca más regresen. Que el alcalde ponga orden en la casa, para eso lo elegimos, aunque pise los callos que sean necesarios.
Coletilla: Teníamos conocimiento y más que sobrada razón al escribir nuestra pasada nota en este mismo portal. (Ver: Periodistas de billetera). El diario El Nuevo Día, en un informe central de este domingo 22 de mayo de 2016, indica que el exalcalde Luis H. invirtió la multimillonaria suma de cuatro mil 200 millones de pesos, pagando el silencio de periodistas y medios. Allí relaciona nombres y cuantías canceladas para convertirse en cómplices de la corrupción. Invitamos cordialmente a su lectura para que se entienda mejor que se esconde tras este sucio periodismo.
¿Ahora, nuestros lectores sí entienden por qué esa feroz campaña de desprestigio contra el alcalde de Ibagué, Guillermo Alfonso Jaramillo?