Los médicos ‘pilosos’ que lograron reducir la mortalidad por fiebre amarilla en el Tolima
26 de mayo de 2025

Los médicos ‘pilosos’ que lograron reducir la mortalidad por fiebre amarilla en el Tolima

Una verdadera gesta científica logró Ibagué para proteger millones de vidas en Colombia.

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Escrito por: Sergio Andrés Quintero Morales
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Durante casi siete décadas, la fiebre amarilla fue un espectro del pasado para el sistema hospitalario del Tolima. Ningún caso autóctono, ninguna alarma epidemiológica. Pero todo cambió a finales de 2024, cuando una secuencia de muertes súbitas —jóvenes, sin antecedentes graves, con deterioros inexplicables— alertó al Hospital Federico Lleras Acosta. Lo que en principio parecía una extraña coincidencia, pronto se reveló como el inicio de una emergencia sanitaria: la fiebre amarilla estaba de regreso, y lo hacía con un comportamiento atípico y letal.

Una enfermedad desconocida para una generación médica

“Los pacientes llegaban con síntomas vagos, signos vitales estables, y en cuestión de horas estaban muertos. Incluso en cuidados intensivos, no lográbamos contener el deterioro”, relató uno de los intensivistas del hospital. Fue el desconcierto clínico lo que impulsó al Federico Lleras a conformar un equipo interdisciplinario de urgencia: intensivistas, nefrólogos, hepatólogos, infectólogos, internistas y epidemiólogos se sentaron a revisar lo que sabían —y lo que no— sobre la fiebre amarilla grave.

En enero de 2025, con nuevos casos en aumento, la única certeza era que los protocolos existentes eran insuficientes. Así nació, desde Ibagué, una guía clínica inédita en Colombia: un documento técnico construido desde la observación en tiempo real, con retroalimentación internacional y validación científica.

Del Valle del Magdalena al Ministerio de Salud

Las recomendaciones iniciales fueron discutidas con expertos de la Fundación Cardioinfantil, la Clínica Shaio, la Universidad de La Sabana y el Ministerio de Salud. También se incorporó el conocimiento de epidemiólogos brasileños, que enfrentaron una crisis similar entre 2016 y 2019. La retroalimentación fue inmediata: había patrones comunes, fallas en el diagnóstico temprano y una urgente necesidad de reorganizar los criterios de atención.

En cuestión de semanas, los resultados empezaron a notarse. La mortalidad, que superaba el 70%, se redujo a cerca del 30%. “De cada siete pacientes que morían, ahora lo hacen tres. Es una mejora clínica y humana gigantesca”, subrayan desde el grupo médico.

El documento técnico fue evaluado por el Instituto de Pandemias de la Universidad de Oxford y por la Asociación Colombiana de Infectología. Su aprobación lo convirtió en la base del segundo lineamiento nacional para el manejo de pacientes con fiebre amarilla grave, adoptado oficialmente por el Ministerio de Salud.

Médicos Fedelleras fiebe amarilla

Andrés Morales, Julián Celis y Álex Forero, médicos del Hospital Federico Lleras Acosta y líderes del protocolo clínico contra la fiebre amarilla.

El Tolima, ahora referente nacional

Hoy, el Hospital Federico Lleras lidera un proceso de formación médica a nivel nacional. Instituciones desde el primer nivel de atención hasta hospitales de alta complejidad están siendo capacitadas en identificación clínica, criterios de alarma y rutas de intervención oportuna. El mensaje es claro: la clave está en la velocidad diagnóstica y en contar con infraestructura que responda sin titubeos.

“La fiebre amarilla no es una enfermedad lineal. En la mañana el paciente está tomando tinto, y en la noche está intubado. Si no se actúa rápido, no hay vuelta atrás”, advierten los médicos.

La experiencia del Federico Lleras ha sido llevada a otras regiones como la Costa Caribe, el Eje Cafetero y parte del suroccidente colombiano. Las asociaciones científicas la destacan como un ejemplo de medicina traslacional aplicada al contexto local.

Una lección de salud pública desde las regiones

El caso del Tolima no solo revela la agresividad de un virus olvidado, sino también las grietas del sistema de salud frente a patologías tropicales. Pero, al mismo tiempo, deja una lección poderosa: la capacidad científica y organizativa no está reservada a las grandes ciudades.

“Esta crisis mostró que el talento humano, el trabajo articulado y la investigación clínica no tienen geografía. Desde Ibagué se construyó una respuesta nacional. Y eso debe reconocerse como un hito en la historia sanitaria reciente del país”, concluye uno de los voceros del equipo médico.

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