Fiebre amarilla en el Tolima: el cambio climático y la amenaza urbana
25 de mayo de 2025

Fiebre amarilla en el Tolima: el cambio climático y la amenaza urbana

Un experto presenta un panorama de la epidemia que preocupa al país y que tiene como foco al departamento.

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Escrito por: Paula Núñez
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El Tolima enfrenta un brote de fiebre amarilla que revive viejos temores sanitarios, pero también abre nuevas preguntas sobre el comportamiento del virus, su vínculo con el uso del suelo y las transformaciones ambientales que han favorecido su expansión.

Para comprender a fondo esta enfermedad, su dinámica de transmisión y su historia en Colombia, EL OLFATO dialogó con el biólogo epidemiólogo Ricardo Vivas, magíster en Ciencias Biológicas y asesor de la Secretaría de Salud Departamental, quien ofrece una lectura integral desde la salud pública.

Una historia cíclica: fiebre amarilla y modelo de desarrollo

"Para abordar integralmente la fiebre amarilla hay que conocer su historia. Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla", advierte Vivas, al recordar que los registros de brotes en Colombia datan de 1928, aunque su presencia es posiblemente anterior.

El patrón, explica, ha sido cíclico y estrechamente ligado al uso del suelo: en los años 30, la fiebre se asoció con la extracción de caucho; en los 50, con el auge petrolero; en los 70, con el cultivo de marihuana en la Sierra Nevada de Santa Marta; y a inicios de este siglo, con los cultivos de coca y café.

“La constante es el cambio de uso del suelo. A medida que el ser humano amplía la frontera agrícola o urbana, irrumpe en ecosistemas donde esta enfermedad circula de forma natural”, detalla Vivas.

Hoy, la fiebre amarilla vuelve a irrumpir en zonas rurales del Tolima, como Valle de San Juan, Ibagué y Roncesvalles, en lo que los epidemiólogos llaman un ciclo silvestre del virus.

La trashumancia laboral, un factor clave

El biólogo señala que la trashumancia laboral, es decir, el desplazamiento de trabajadores rurales entre zonas agrícolas también contribuye a la expansión del virus.

"Con los cultivos de café llega población flotante, que se mueve con las cosechas, lo que facilita la propagación del virus. A esto se suman dinámicas ilegales como la minería o la presencia de actores armados", afirma.

En ese sentido, fenómenos como los recientes movimientos en la zona de Galilea, entre Prado y Dolores, podrían haber actuado como catalizadores, aunque aún se investigan las causas precisas.

Vectores en altitudes inesperadas

Gracias a la vigilancia entomológica, la Secretaría de Salud ha identificado que los mosquitos vectores están presentes en el departamento desde los 1.600 hasta los 400 metros sobre el nivel del mar, lo que incluye buena parte del territorio tolimense, desde municipios como Mariquita hasta zonas más altas.

“Los vectores no llegaron hace poco. Ya estaban aquí. Lo que ha cambiado es su distribución y densidad, favorecida por las condiciones climáticas actuales”, explica Vivas.

El ciclo silvestre y el riesgo de urbanización

El especialista explica que existen dos ciclos de transmisión del virus: el silvestre y el urbano. En el Tolima, el brote actual corresponde al primero, en el que los monos son víctimas —no transmisores— y los vectores silvestres (mosquitos del género Haemagogus) son los responsables de la propagación.

El proceso funciona así: un mosquito no infectado pica a un primate con fiebre amarilla en fase de viremia. El virus se replica en el mosquito, pasa a sus glándulas salivales y, tras unos 3 a 5 días, el insecto ya es capaz de infectar a otro primate o a un humano. A su vez, la persona picada puede desarrollar síntomas entre 3 y 6 días después.

“Es una enfermedad más rápida que el dengue. Mientras este puede tardar una semana en manifestarse, la fiebre amarilla da síntomas graves a los tres días”, alerta el experto.

Síntomas, evolución y manejo clínico

Entre los primeros signos están la fiebre alta, dolores musculares, articulares, cefalea, náuseas, vómito y malestar gastrointestinal. Si la infección avanza, puede afectar rápidamente el hígado, provocando fallo multiorgánico.

Aunque el manejo médico no es competencia directa de Vivas, reconoce los avances del Hospital Federico Lleras Acosta, que ha ajustado sus protocolos clínicos diferenciando la fiebre amarilla del dengue, lo cual ha impactado positivamente en la reducción de la letalidad.

“El promedio nacional de letalidad por fiebre amarilla está entre el 42 y 51%. En Tolima, lo hemos reducido al 36%, gracias a un manejo clínico más especializado”, destaca.

¿Se puede urbanizar la fiebre amarilla?

Uno de los mayores temores de las autoridades es que el virus salte del ciclo silvestre al urbano, lo que implicaría una transmisión masiva a través de mosquitos como el Aedes aegypti, el mismo que transmite dengue, zika y chikunguña.

“El riesgo está latente. Que una persona infectada llegue a una ciudad donde circula el Aedes aegypti, sin estar vacunada, puede iniciar una transmisión urbana. Por eso la vacunación es clave”, enfatiza.

En ese sentido, las autoridades sanitarias trabajan contrarreloj en una campaña de vacunación intensiva, especialmente en las zonas de riesgo, con el objetivo de contener la expansión del virus.

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