Examen visual, un compromiso anual después de los 40
A esa edad se empiezan a presentar las enfermedades oftalmológicas que más afectan al adulto mayor, como cataratas, ojo seco, glaucoma, degeneración macular y retinopatía diabética, además de la presbicia, que aunque no está considerada como una enfermedad, sí es un defecto refractivo que aparece con los años.
Si no se tratan oportunamente para prevenirlas o controlarlas, estas patologías terminan afectando la calidad de vida, la salud e independencia de las personas.
Según el doctor Bernardo Alfonso Quijano Nieto, profesor de retina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y de Universidad Militar, la mejor fórmula es, después de los 40, practicarse el examen ocular cada año, ya que 285 millones de personas en el mundo tienen algún grado de discapacidad, de las cuales más de 60 % son mayores de 50 años.
Así mismo, entre el 65 y 82 % de los 256 millones de personas que padecen de baja visión, también sobrepasan los 50, lo que muestra la alta incidencia de las enfermedades oftálmicas en los adultos mayores.
“Con el paso de los años, tanto la pupila –que actúa como un diafragma para regular el paso de la luz– como el cristalino –un lente con poder óptico para enfocar al ver de lejos o de cerca– sufren algunas alteraciones en su estructura, especialmente en la transparencia”, detalla el especialista, invitado a una sesión del Grupo de Excelencia en la Atención al Adulto Mayor (Grama) de la UNAL, para hablar sobre este tema.
También explicó que otro de los órganos que se puede ver afectado es el nervio óptico, que cumple una función muy importante porque es la conexión entre el ojo y el cerebro.
Los cambios que ocurren en las células del ojo, conocidos como senescencia, se producen tanto por estrés celular, exposición directa a los rayos UV e infecciones o cambios inflamatorios, como por el paso de los años.
“En el ojo seco, la resequedad –por disminución de la película lagrimal– produce con frecuencia picazón o sensación de tener un cuerpo extraño, condición que se asocia con la exposición directa al sol o a la luz, por lo que se presenta una visión borrosa que no mejora con las gafas”.
“También se ha encontrado una estrecha relación con el consumo de medicamentos de uso corriente –como antihistamínicos, antigripales y antidepresivos–, lo mismo que aquellos para tratar el Parkinson y los bloqueadores. El efecto de estos se debe evaluar, pues además de los síntomas sobre la superficie del ojo, pueden llegar a lesionar la córnea”, señala el profesor Quijano.
Para estos casos usualmente se emplean algunos tratamientos a base de gotas lubricantes (lágrimas artificiales) o antiinflamatorias, suero autólogo y tapones en los puntos lagrimales.
Sobre el glaucoma, la segunda causa más relevante de ceguera irreversible en el mundo, el especialista destaca que “por lo general el paciente detecta la enfermedad cuando ya está en una etapa muy avanzada”.
Otra de las patologías irreversibles de mayor riesgo es la degeneración macular, considerada como la primera causa de pérdida de la visión después de los 65 años.
“Esta degeneración se puede dar de forma seca y húmeda, o exudativa, que es la más grave; ante síntomas como visión borrosa o distorsión de las líneas rectas se debe acudir al especialista. Para hacer el diagnóstico es muy importante realizar un examen bajo dilatación, además de otros procedimientos como la tomografía y angiografía por fluoresceína”, explica el experto.
En cuanto a procedimientos, señala que “la cirugía de catarata ha progresado mucho, cada vez es más segura gracias a los equipos de alta confiabilidad que permiten corregir la visión y la presbicia”.
Por último, recomienda llevar una dieta baja en azúcar y rica en antioxidantes, que también ayuda a mantener la salud visual, además del ejercicio, usar anteojos de sol al salir para prevenir daños por rayos UVA y UVB, conocer la historia familiar para evaluar los riesgos de contraer alguna de estas enfermedades y, lo más importante, realizar el examen visual cada año.