
Consumo de drogas en menores: riesgos, señales y prevención
El uso de sustancias en adolescentes afecta el desarrollo cerebral, incrementa conductas de riesgo y puede derivar en graves problemas de salud física y mental.

Escrito por: Nassly Molina
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El consumo de drogas en menores de edad continúa siendo un problema de salud pública en Colombia. Sustancias ilegales como cocaína, heroína, marihuana, metanfetaminas e inhalantes, así como el uso indebido de medicamentos recetados y de venta libre, representan un riesgo creciente entre los jóvenes.
Este fenómeno no solo implica la búsqueda de placer o aceptación social, sino también un intento de lidiar con problemas emocionales como la ansiedad o la depresión. Otras motivaciones incluyen mejorar el rendimiento académico o deportivo y, en muchos casos, simplemente experimentar.
El cerebro de los adolescentes, en proceso de desarrollo hasta los 25 años, es especialmente vulnerable a los efectos de las drogas. El consumo temprano puede afectar la corteza prefrontal, encargada de la toma de decisiones, lo que incrementa conductas impulsivas y de alto riesgo, como el sexo sin protección o la conducción peligrosa.
Entre las sustancias más consumidas por esta población se encuentran el alcohol, el tabaco, la marihuana y, cada vez más, los productos de vapeo, pese a los riesgos aún poco conocidos y los casos reportados de enfermedades graves asociadas a su uso.
Diversos factores aumentan la probabilidad de que un menor consuma drogas: experiencias traumáticas en la infancia, predisposición genética, exposición prenatal a sustancias, falta de supervisión familiar y presión del entorno social.
Detectar el problema a tiempo puede marcar la diferencia. Algunas señales de alerta incluyen cambios drásticos de comportamiento, abandono de actividades habituales, problemas académicos, aislamiento, alteraciones en la alimentación y el sueño, y deterioro en la apariencia personal.
La prevención es posible y debe comenzar en casa. Una comunicación abierta, el establecimiento de límites claros, el acompañamiento en las decisiones diarias y la supervisión activa por parte de padres y cuidadores son claves. También son fundamentales los programas educativos en escuelas y comunidades, así como el papel de los medios para visibilizar los riesgos del consumo y la importancia de la intervención temprana.