
Opinión
Colombia ante el nuevo proteccionismo de Trump: Entre el golpe y la oportunidad
DANNY ALEXANDER OSPINA
Empresario
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Con el regreso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos y la imposición inmediata de un arancel general del 10% a todas las importaciones, incluidos los productos colombianos, el comercio internacional ha vuelto a entrar en una etapa de inestabilidad estructural.
Esta medida, que pretende proteger la industria estadounidense frente a la competencia global, es en realidad un arma de doble filo que amenaza con desestabilizar las economías emergentes altamente dependientes de las exportaciones, y al mismo tiempo genera una disrupción que puede ser aprovechada si se responde con inteligencia estratégica. Para Colombia, el impacto será profundo y simultáneamente abre una ventana histórica de oportunidad.
El primer efecto será una reducción directa de la competitividad de los productos colombianos en el mercado estadounidense. Estados Unidos representó el 29% de las exportaciones colombianas en 2024, lo que equivale a más de 14.000 millones de dólares, según datos del DANE. Productos como las flores, el café, las confecciones y el banano enfrentarán un encarecimiento automático del 10% en el precio final al consumidor estadounidense.
Esta situación no solo representa una amenaza para los márgenes de ganancia de los exportadores colombianos, sino que también podría traducirse en la pérdida de participación de mercado frente a competidores que tengan mayores economías de escala o capacidad para absorber el golpe sin trasladarlo al precio. A modo de ejemplo, el sector floricultor colombiano, que exporta más de USD 1.800 millones anuales a EE.UU., ya advierte que este nuevo costo arancelario podría significar una caída de hasta el 15% en las órdenes durante fechas clave el Día de la Madre.
Además, los efectos no se limitan a los sectores exportadores. El arancel generalizado encarecerá insumos clave importados desde Estados Unidos, afectando industrias locales que dependen de maquinaria, repuestos, software y productos químicos provenientes de ese país. Esto elevará los costos de producción nacional, especialmente en sectores como la industria farmacéutica, el agroindustrial y el manufacturero, generando presión inflacionaria.
De acuerdo con estimaciones del Banco de la República, un aumento sostenido de los precios de insumos importados podría traducirse en un incremento de hasta 1 punto porcentual en la inflación general durante el segundo semestre de 2025.
En paralelo, la política arancelaria de Trump está reconfigurando las cadenas globales de suministro, especialmente en sectores donde China era el gran proveedor. Con aranceles del 60% a productos chinos, empresas multinacionales están buscando relocalizar sus fábricas en países cercanos a Estados Unidos, confiables, con costos laborales competitivos y tratados comerciales vigentes.
Colombia cumple con varias de esas condiciones. Tiene un Tratado de Libre Comercio con EE.UU. desde 2012, una mano de obra calificada y costos laborales menores a los de México. Sin embargo, para ser verdaderamente competitivo como destino de relocalización, el país necesita resolver sus problemas estructurales: baja calidad de infraestructura logística, altos costos portuarios, inseguridad jurídica y un entorno normativo complejo.
Otra derivación crítica de esta guerra comercial es la fragmentación de los flujos globales de capital. Los inversionistas, ante un entorno incierto y una política comercial impredecible en EE.UU., buscarán regiones con estabilidad jurídica, acceso a mercados y potencial de crecimiento. Colombia, si ofrece señales claras de confianza, puede atraer inversión extranjera directa en sectores como el ensamblaje tecnológico, la agroindustria de exportación, los call centers y los servicios digitales. En este nuevo mapa de poder económico, los países que logren adaptarse más rápido y ofrecer condiciones favorables atraerán flujos de inversión que antes se dirigían a Asia.
No obstante, las oportunidades no se concretarán por inercia. Requieren decisiones políticas estratégicas y coordinación entre sectores público y privado. Colombia necesita desarrollar con urgencia una política industrial orientada a la exportación con valor agregado.
Ya no basta con enviar materia prima: el futuro está en productos procesados, diferenciados y con marca país. La capacitación técnica, la innovación, la financiación a la industria nacional y el fortalecimiento de las cadenas productivas regionales son elementos imprescindibles si se quiere transitar de la amenaza a la ventaja.
El regreso del proteccionismo estadounidense marca el fin de la globalización tal como la conocíamos. Colombia, en medio de esta disrupción, está frente a una bifurcación histórica: puede insistir en la dependencia tradicional de commodities y mercados concentrados, o puede asumir el reto de diversificar, industrializarse y posicionarse como un jugador confiable en el nuevo comercio mundial. La tormenta ya comenzó. La decisión está en si nos refugiamos o si aprendemos a navegar con viento a favor.
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