25N: cifras y realidades sobre la violencia contra la mujer en el Tolima
El 25 de noviembre se conmemora el día Internacional de la Erradicación de las Violencias contra las Mujeres, una fecha que busca sensibilizar sobre la violencia de género como una de las mayores manifestaciones en el mundo de vulneración de derechos humanos.
Al respecto, la Fiscalía General de la Nación seccional Tolima dio a conocer que, en el Tolima, del primero de enero al 15 de octubre de este año se han registrado seis feminicidios, siendo los municipios de El Espinal, Guamo, Ibagué, Villarrica y Coello los más afectados.
Asimismo, los datos revelan que los mecanismos utilizados por los agresores para cometer los hechos han sido: proyectil de arma de fuego (tres víctimas), corto contundente (dos víctimas) y cortopunzante (una víctima).
Por otra parte, la Fiscalía señaló que se han presentado 20 casos de tentativa de feminicidio, de los cuales 12 han sido en Ibagué y los otros ocho de Chaparral, Carmen de Apicalá, Ortega, Planadas, Cajamarca y Coello.
“La violencia intrafamiliar para el año 2024 ocupa el tercer lugar de los delitos con mayor frecuencia en el Tolima. Dentro del contexto, las mujeres continúan siendo la población con mayor afectación por este flagelo delincuencial en el departamento. Desde el primero de enero al 15 de octubre del presente año, se obtiene un registro de 2.939 personas registradas en calidad de víctimas en el delito de violencia intrafamiliar, de los cuales 2152 son víctimas las mujeres”, precisó un informe de la Fiscalía suministradas a EL OLFATO.
De igual manera, en el mismo periodo de tiempo, la seccional Tolima registró un total de 1019 víctimas de delitos sexuales, de las cuales 820 son mujeres, como se muestra a continuación:
El papel de quienes apoyan
Algunos casos de violencias son atendidos por los consultorios jurídicos de Ibagué, los cuales juegan un papel importante en el acompañamiento legal de las víctimas de violencia de género, convirtiéndose en espacios de escucha activa y haciendo una intervención legal.
La profesora Inés Yohanna Pinzón, directora del Consultorio Jurídico de la UT, explicó cuál es el papel que juega el consultorio jurídico en la defensa de las mujeres.
“El compromiso que se asume desde los consultorios jurídicos en la defensa de derechos de las mujeres hace que no solo se resuelvan casos y se permita el acceso a la administración de justicia a mujeres en condiciones de vulnerabilidad, sino que además permite que los futuros abogados, comprendan la importancia de su rol en la erradicación de este tipo de violencias”, explicó.
Asimismo, dijo que los estudiantes comprenden que las acciones violentas pueden ser muy diversas, detectando formas de violencia como: el chantaje emocional a través de los hijos o el maltrato a estos (violencias vicarias) o la denegación de cuotas alimentarias como medio de presión para que vuelvan a relaciones violentas.
“Cuando las mujeres gozan de información suficiente de sus derechos y de cómo defenderlos, e igualmente, buscan apoyo en otras mujeres y organizaciones, se genera toda una red que las puede salvar hasta de su propia muerte, hay que rescatar a las mujeres de modo preventivo, desde antes que los agresores organicen su estrategia criminal, tenemos que anticiparnos a sus mentes”, sostuvo Pinzón.
Las voces de las víctimas
Los siguientes relatos son extraídos de conversaciones adelantadas en el marco de atención legal a mujeres víctimas de violencias, en estos no se señalan lugares, se anonimiza información que permita su identificación personal y/o ubicación, igualmente los nombres empleados son ficticios y se emplean solo con fines ilustrativos.
“Soy una joven mujer ibaguereña, profesional y trabajadora, quiero empezar por esto porque se cree que las violencias a las mujeres solo pasan cuando somos pobres, sin educación o explotadas laboralmente y no es cierto, yo soy la evidencia de eso.
Ingresé a un hospital de la ciudad, luego de una crisis de pánico. La profesional experta que me atendió consideró que era necesario estar un pabellón psiquiátrico mientras mi crisis era tratada, juro que no sentí que fuera para tanto; sin embargo, mi familia y yo accedimos a mi internación, por fortuna fueron solo unos escasos días porque lo que viví allí -que no es el resultado de mi imaginación- ha sido uno de los episodios más oscuros que he tenido que soportar y que he querido en este tiempo olvidar.
Fui medicada en los tres días de hospitalización y eso hacía que durmiera por largos periodos de tiempo, pero nunca dejé de ser consciente de mi realidad. Pude entonces observar que en esa unidad de atención mental se internan a hombres, mujeres y menores de edad en el mismo espacio. Un hombre que administraba los medicamentos, tenía un inusual comportamiento especialmente con las mujeres más jóvenes.
Luego de un largo periodo de sueño desperté, pero me sentía muy extraña, al proceder con el baño de mis partes íntimas, sentí como un líquido amarillento salía de mi vagina. Intenté ignorar como mecanismo de protección lo que en el fondo de mi corazón presentía: “fui abusada mientras dormía”, y conforme pasaron los días siguientes, aparecieron marcas en mi cuerpo en forma de moretones y un especial dolor en las caderas. No fui capaz de denunciar el caso, me costó mucho hablarlo con mi pareja y mi psicóloga, cuando vi su apoyo, entendí que era muy tarde para hacerlo, ya solo contaba con esta narración y nada más, y no quería someterme a la re victimización y ser cuestionada.
No me gustaría que ninguna mujer o niña pasara por esto. Pero definitivamente ¡Las mujeres no estamos seguras en ninguna parte, ni siquiera en un hospital!”.
La profesora Inés, por su parte, dio a conocer el caso de una mujer, quien es mamá y actúa sola contra un mundo que no ha aprendido a ayudar en casos como el suyo. Ella sola ha amparado la vida de sus tres hijas todas menores de 13 años de edad, que han sido víctimas de abuso sexual por parte de un familiar cercano.
“Vive en el sector rural, es pobre, analfabeta, atiende su hogar sola porque su esposo lleva más de 4 años en prisión. Envía a sus niñas diariamente al colegio y la comida hasta hoy no ha faltado en su mesa, producto de una extensa jornada de trabajo en un restaurante que, por supuesto, no le paga lo de ley. Su casa está construida sobre suelo ajeno, y sus únicas pertenencias están en escasas cuatro paredes mal hechas, en una comunidad que la juzga por “no haber hecho lo suficiente” y un sistema de justicia y de administración que también se lo repite.
Se enteró que sus hijas habían sido abusadas en una actividad del colegio, y para poder permanecer con ellas, debió acatar el cumplimiento de una medida a todas luces lesiva, debía irse de donde vivía porque el presunto agresor habitaba muy cerca, se vio compelida entonces a tomar en arriendo una habitación para las cuatro, debiendo pagar en adelante transporte para que sus hijas fueran al colegio. Ella tuvo que dejar sus pocas cosas, su perro, su gato, las gallinitas, que como dice la canción del viejo Tolima: “aunque eran pocas eran de mi”
Hoy ella ya no quiere hablar, necesita valoración psicológica y sus hijas también, necesita dinero, comida, en resumen: ayuda, un poco de solidaridad. Sinceramente los esfuerzos de articular para obtener justicia no serán suficientes, ninguno de los procesos avanza, presentan tiempos de espera prolongados y mientras su vida y la de sus hijas pasa. Además de toda su tragedia, ha sido diagnosticada con una grave enfermedad, y ella solo puede pensar en que quizá no hizo lo suficiente. Sin embargo, yo sí veo en ella una mujer valiente, como muchas en este país indolente, que para juzgar tiene buena lengua, pero carece de manos y corazón para construir y ayudar a otros”.