Conozca cómo influyen las creencias de los padres en las emociones de los niños
Aprender a controlar emociones extremas, como la ansiedad o la depresión, podría ser más llevadero para los niños entre 8 y 12 años cuando se les enseña a expresar lo que sienten y a desarrollar habilidades sociales para afrontar los momentos difíciles.
El periodo entre los 8 y los 12 años representa un momento de transición entre la infancia y la adolescencia, que tiene características particulares, como por ejemplo que los padres o cuidadores tienen mayores expectativas sobre los niños, se les exige mucho más y se espera un mejor comportamiento; no obstante, en ocasiones se invalidan sus sentimientos.
La psicóloga Paola Andrea Pulido Escobar, encontró que las creencias de los progenitores o acudientes sobre las emociones muestra una contribución significativa y directa sobre la regulación emocional de los niños.
La investigadora afirma que la regulación emocional, entendida como la habilidad que tenemos para modificar cómo nos comportamos ante una emoción de manera que podamos conservar nuestras relaciones interpersonales y fortalecer una comunicación respetuosa, contribuye a que los niños sean más felices y que en la adolescencia puedan desarrollar mejores lazos de confianza con sus padres, parejas y amigos.
Por eso, en la medida en que los padres desarrollen estrategias para afrontar los sentimientos de tristeza, miedo, soledad, ira, asco e incluso la alegría, sus hijos interiorizarán procesos de regulación emocional más asertivos.
La psicóloga cuenta que las creencias sobre las emociones de los padres, que son las ideas que tienen sobre sus propias emociones y las de sus hijos; las reacciones de los padres, es decir, qué es lo que hacen para acompañar los sentimientos de los menores, y la regulación emocional, o sea las estrategias que utilizan los padres y los niños para controlarse ante situaciones de exaltación o profunda tristeza.
Las reacciones de padres y madres ante las emociones hacen que los niños tengan herramientas adaptativas y desadaptativas para regular sus emociones.
Las adaptativas generan mayores resultados, como por ejemplo planificar, pensar en qué pasos se pueden realizar para solucionar la emoción, evaluar las perspectivas de las situaciones y comparar o darles un reenfoque positivo a las vivencias.
De otra parte, entre las desadaptativas están la rumiación –quedarse pensando una y otra vez en algo que ya sucedió–, la culpa, la victimización, o llevarlo todo a un escenario de catástrofe.
"Estas reacciones generan una regulación poco apropiada, que no es recomendable para el manejo de los sentimientos de esta infancia", anota la magíster.
También hay padres que consideran que las emociones pueden ser perjudiciales para sus hijos o que no se deberían expresar. "Algunos suelen tener comportamientos de castigo o minimización de las emociones de los hijos y simplemente no les enseñan a afrontar sus sentimientos, lo cual conlleva los problemas de depresión y ansiedad ya mencionados".
La experta asegura que se deberían aplicar estrategias desde la paternidad, para que los niños pueden planificar, evaluar y considerar de manera positiva sus emociones y las situaciones de su vida.
En ese sentido, la psicóloga asegura que es vital que los padres aprendan a mediar sus propios sentimientos, para luego llevar esas prácticas a sus hijos.