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El salto de fe de un padre y su hijo que producen café orgánico desde las puertas del Cañón del Combeima

Un ingeniero de sistemas y un productor audiovisual decidieron embarrarse las manos y cultivar. Hoy venden en Ibagué, Bogotá y Medellín. Así lo lograron.
Historias
Autor: Juan Esteban Leguízamo
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Juan Esteban Leguízamo
El salto de fe de un padre y su hijo que producen café orgánico desde las puertas del Cañón del Combeima

Desde la semilla hasta la taza de café suave colombiano hay un largo proceso de creatividad y vigilancia que José Vidal Riaño, padre, y José Luis Riaño, hijo, ponen en marcha desde el Cañón del Combeima.

Su emprendimiento, Arreboles Coffee, eligió el camino más largo, según cuentan, porque decidieron cultivar un producto 100% orgánico, sin químicos y con una publicidad que tuviera fuerza y encanto. Pese a que este era un camino lleno de incertidumbre, hoy venden en Ibagué, Bogotá y Medellín. Así lo lograron.

“Este fue un proceso de ensayo, error y aprendizaje porque no estábamos muy relacionados con el campo y los procesos productivos”, señaló José Luis al pensar en los orígenes del proyecto.

Y lo dijo porque su padre es ingeniero de sistemas y, sin embargo, decidió cambiar los computadores por los cafetales.

“Mi papá comenzó a estudiar en el SENA toda la cuestión de cultivos orgánicos enfocados en el café, entonces un día me propuso que montáramos uno. Nosotros teníamos la ventaja de que teníamos experiencia, pero desde la publicidad”, manifestó. Ya veremos por qué.

José Luis (hijo) es productor audiovisual y con su otra empresa (FTZ Studio) había trabajado en proyectos de diseño y publicidad de otros negocios de café, lo que le entregaba un panorama y una ventaja. Entonces solo debían embarrarse las manos.

“Cuando mi papá me propuso la idea pensé: genial. Porque si mi papá aporta desde el agro y nosotros desde lo estético, podemos hacer como un engranaje interesante de trabajo”, sostuvo.

Desde ese momento, además, nació el interés mutuo de cultivar café orgánico o, en sus propias palabras, la decisión de tomar el camino más largo al no escoger el café tradicional.

“El café, por tradición, siempre ha sido abonado con productos químicos porque aumentan su rentabilidad y producción. Resulta que el café orgánico tiene un camino diferente, pues no usa esos productos y el proceso de su cuidado y cultivo cambia”, dijo.

Así, siendo conscientes de los obstáculos, dieron un salto de fe y arrancaron su proyecto bajo el nombre de ‘Arreboles’, que es el nombre que reciben las nubes rojizas del atardecer y que –para José Luis– imitan el color de la cereza del café.

Elegido el nombre, adquirieron una finca, compraron las chapolas (que es como se conoce al café bebé), contrataron trabajadores y comenzaron a construir su primer microlote de café orgánico.

“Por medio del SENA y de una asociación de la que hacemos parte, empezamos a aplicar todos esos conocimientos de la producción de biopreparados y nutrientes”, sostuvo el hijo.

De esta forma, Arreboles comenzó a sacar producción, a crecer como empresa y a prepararse para dar un salto hacia el siguiente nivel, que era la tostión. Porque para muchos caficultores de Ibagué, el proceso acaba con la venta del producto a una cooperativa luego de sembrar y recolectar. Sin embargo, para ellos no.

“Nosotros podíamos hacer el engranaje continuo, es decir: conocíamos a tostadores de la ciudad que admiramos mucho y nos aliamos con ellos para que tostaran nuestro café y no dependiéramos de nadie más”, aseguró José Luis.

Y lo dice porque la tostión en Colombia la llevan a cabo grandes empresas privadas que ostentan también grandes marcas. De esta forma, la brecha entre pequeños y grandes productores se aumenta y, también, intervienen procesos químicos que desnaturalizan el café. 

José Luis entonces manifiesta que una de las ventajas de lo orgánico es la confianza que brinda al consumidor. Es decir, la promesa de que su taza de café está libre de agroquímicos, además de minimizar el impacto sobre los suelos y el medioambiente.

“Hay un término muy importante ahí, que son los cafés de origen. Eso consiste en decir: esta taza de café fue cultivada a 1.800 metros sobre el nivel del mar, en el Cañón del Combeima, finca Arreboles, variedad Castillo, en un proceso totalmente orgánico. Esta cosecha fue recogida tal día y así el consumidor sabe exactamente de dónde viene su café”, explicó.

Aprovechando esto, han presumido su producto en redes sociales, que es el canal y la vitrina a través de la cual han llegado hasta otras ciudades.

“Prácticamente todo lo que vendemos es por Instagram, Facebook y WhatsApp. La mayor parte de nuestros clientes está en Ibagué, Bogotá y Medellín. Seguimos trabajando para mejorar nuestros procesos productivos y nuestro objetivo ahora es exportarlo a España. Mi papá está en formación en Cámara de Comercio para lograr ese sueño”, sentenció.

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