Jhon Molina: un artista que ha cantado en las calles de más de 21 municipios de Colombia
"No es fácil ser efímero y momentáneo en la vida de las personas, pero la satisfacción de estar haciendo lo que me gusta no tiene precio".
Ese es el significado de ser artista callejero para Jhon Molina, un cantante cajamarcuno que deleita con su talento a cada persona que lo escucha cantando en los municipios de Colombia a los que va.
Su vida quizá no ha sido la que muchos jóvenes esperarían tener, pero sus caídas le han enseñado a ser gigante teniendo tan solo 21 años.
"Cuando cumplí dos años mi mamá falleció y a los cinco años me alejé de mi papá por problemas familiares y terminé en un orfanato", contó.
Pese a lo trágica que puede parecer la situación y lo lamentable que puede ser que muchos niños terminen allí, solos, para Molina esto no fue un impedimento para hacer lo que le nació del corazón.
Estando en este lugar conoció a una persona que lo hizo cambiar sentimientos y percepciones que lo acompañaban desde pequeño.
"Sin embargo, a los 12 años decidí irme de ese lugar y tratar de hacer mi vida. Siempre tuve una mentalidad bastante independiente de tratar de buscar lo que quería para mí", afirmó.
Así, desde niño comenzó a ganarse el pan de cada día como un adulto independiente, esta vez lejos de Cajamarca.
A donde sea que iba conocía a una persona que le enseñaba de música. Fue así como poco a poco la soledad se convirtió en una melodía que Jhon iba entendiendo a la perfección.
"Cuando salí de ahí conocí a muchas personas que saben de música y me dieron la oportunidad de aprender de ellos", indicó.
Al inicio no encontraba pasión en ella pues, aunque estaba recibiendo la enseñanza de otros músicos, no lograba conectarse a través de las notas musicales.
En esos primeros tiempos "no lo veía tan entretenido, no me llamaba la atención. Sin embargo, cuando cumplí 15 años me regalaron una guitarra y como tenía un amigo que la tocaba le pedí que me enseñara algo y ahí empezamos", indicó.
Así fue como a los 17 ya no eran Jhon Molina y su guitarra, sino que sentía vibrar su alma cuando sus dedos rozaban las cuerdas, encendía sus aparatos, tomaba aire desde el fondo de sus pulmones y dejaba escapar cada palabra de su pecho.
"Sentía como un refugio en la música que me ayudaba a estar bien y a sentirme cómodo con lo que pasaba a mi alrededor y así fui teniendo una conexión especial con la música. Era mi nuevo hogar", expresó.
A partir de entonces y sin esperarlo, su vida se volcó 180 grados, pero no de esas vueltas que desestabilizan y desubican, sino de esas que te dejan en el camino correcto.
"Comencé a cantar en público porque recuerdo que estaba en Bogotá, en un Transmilenio, y me encontré a un amigo que interpretaba el violín. En varias conversaciones que tuvimos me dijo que quería irse a viajar por el mundo con la música y yo le dije que tocaba guitarra y que lo podía acompañar y de paso me enseñaba y me dijo que sí", comentó.
Molina y su amigo tomaron sus maletas, empacaron tres canciones y se dirigieron a la ciudad de Pasto.
"Al inicio la sensación fue de miedo y de nervios. Pero luego me fui soltando y disfrutando el momento de estar ahí parado cantando y tocando frente a personas que nunca había visto y que quizá nunca vuelva a ver", manifestó.
Entre Neiva, Pitalito, Mocoa, Popayán, Cali, Santa Marta, Medellín, Salento, La Guajira, Bucaramanga, Cartagena, San Andrés y otros cuantos lugares más, llevaron a que su vida de nómada tuviese un sentido: disfrutar de la música sin pensar en el dinero que pueda recibir.
"Es así como a mis 21 años he recorrido medio Colombia cantando en las calles. Es lindo que mucha gente se me acerque a decir que admira lo que hago, eso quiere decir que valoran mi arte y a mí, porque en cada canción les muestro quién soy", concluyó, no sin antes dejar claro que no es fácil ser efímero en la vida de las personas, pero él y su voz quedarán en cada recuerdo de quien lo escuche a donde sea que vaya.