William Vargas: el ibaguereño que volvió a la vida por medio de la danza
Cuando hay una tormenta solemos buscar un lugar en el cual refugiarnos para sentirnos en calma y, en la historia de William Vargas, la tormenta es la adversidad y la danza es su refugio.
A sus 43 años, este ibaguereño ha logrado ganarse el respeto y la admiración de cientos de personas, porque su fuerza y su amor por bailar lo han llevado a sobrepasar límites inimaginables.
Su historia
“Yo inicié en el baile desde que estaba pequeñito en el colegio. Cuando tenía cinco años en preescolar comencé a bailar en todas las actividades de los programas culturales”, contó.
Seguidamente, participó en distintos eventos de cultura como parejo de baile de las reinas de distintos municipios como: Valle de San Juan, Armero e Ibagué.
“Luego hubo un momento en el que me retiré para estudiar en el seminario, y ahí comencé con dolores de cabeza.", dijo.
En ese momento, sintió su mundo caer cuesta abajo, pues se tuvo que retirar porque dos tumores cerebrales habían invadido su cuerpo.
“Después entré a prestar servicio militar, y en ese año fue cuando me asignaron como profesor de baile de unas niñas de primaria en una escuela en el barrio las Ferias”, expresó.
Estando allí logró crear un grupo de danzas con los auxiliares de la Policía, y "participamos en un concurso en el que ganamos $ 10.000.000 millones para la escuela”, manifestó.
Una vez terminó el servicio militar, entró a la Escuela de Formación Artística y Cultural (Efac) junto con su madre, Margarita Lizarazo de Vargas.
“Comenzamos a estudiar y formamos un grupo de danzas de adultos mayores que fue Años Maravillosos del Tolima”, indicó.
El momento más difícil de su vida
Cuando su vida empezaba a florecer, nuevamente pasó algo que lo hizo caer en un pozo del que pensó nunca poder salir.
“Estudiando en la Efac, en el 2006, los dos tumores me estaban oprimiendo el cerebro, y entré en estado de coma”, lamentó.
Sus padres lo llevaron inconsciente hasta la EPS el 23 de abril, y duró hasta el 4 de junio con pérdida de la memoria.
“El neurólogo me dijo que él no tenía oxígeno en el cerebro y que no iba a vivir”, recordó su madre.
Margarita tomó las riendas del grupo mientras, con mucha fortaleza y pensando en ser una motivación para su hijo, continuó estudiando en la Escuela de Formación Artística.
“Tenía muerte cerebral y estaba postrado en cama botando babas, pesaba 30 kilos, anémico y estaba desahuciado”, contó.
Y, aunque el panorama solo parecía empeorar, su madre manteniendo la fe y la espiritualidad que siempre la ha acompañado, se aferró hasta la última esperanza para volver a ver a su hijo recuperado.
“Yo siendo su madre le dije a Dios como si fuera dueña de la vida: señor yo te lo entrego, pero si no te lo vas a llevar, me lo tienes que salvar”, expresó.
Al otro día, el neurólogo fue a revisarlo con la mentalidad de toparse con un triste final, pero en vez de eso lo encontró oxigenado y respondiendo bien ante los medicamentos.
Así pues, una vez pudo vivir por su propia cuenta, sin ventiladores, fue llevado a casa y su madre lo ponía en una silla para que viera los ensayos de Años Maravillosos del Tolima.
“Tuve muchos momentos de tristeza, amarguras y felicidades. Porque la gente decía: William tan feo que está, tan pálido, tan flaco, tan amarillo y tan calvo, porque creían que yo no los oía. Y tuve que lidiar con eso y tener una coraza”, afirmó con tristeza.
La danza como su antídoto de vida
En 2007 volvió a marcar pasos de rutina, y "poco a poco recuperé mi sonrisa, mis pasos, mi alegría, volví a caminar, volví a bailar y volví a vivir”.
La danza fue la mejor terapia que tuvo para activar de nuevo su cerebro, porque puso en marcha otra vez todo su sistema neurológico.
Según la fisioterapeuta Francia Campaña, "como profesional estoy de acuerdo en que las danzas y la música pueden ayudarnos a la recuperación cuando padecemos de alguna patología. Ya que los movimientos físicos ayudan a reactivar cada parte del cerebro".
“La danza para mí es mi vida, porque fue el antídoto que me impulsó a salir de esa postración en la que me encontraba. Saber que volví a sonreír por medio de la danza es algo que no entiende cualquiera”, concluyó el bailarín.