Cuando hay un aumento en los casos de Covid 19 se ha vuelto recurrente señalar la indisciplina de la población como causa principal, dejando de lado las fallas de la política en salud pública. Esta postura sugiere que quienes no respetan las medidas, lo hacen porque son ignorantes, o anteponen gustos banales a la salud, o no les importa el bienestar general.
Aunque la realidad muestra que la mayoría de la población respeta las medidas, bien sea por convicción o al menos por temor a la posibles sanciones que se puedan imponer, en los discursos políticos e informes periodísticos no deja de hacerse énfasis en casos de “burlas” a las restricciones, como fiestas clandestinas o zonas comerciales aglomeradas. El problema con esta sobreexposición de casos de quebrantamiento, que en principio buscaban despertar conciencia de la situación, es que lleva al equívoco de considerar que lo normal es el desconocimiento de las normas, haciendo que quienes las respetan se pregunten si acaso son los únicos que las estan obedeciendo. Se crea una distorsión entre el verdadero comportamiento de la ciudadanía y lo que creemos que está haciendo.
Así mismo, la narrativa del autocuidado como un tema de elección personal es simplista y lleva a equivocaciones. No todo el que incumple las restricciones impuestas por la pandemia lo hace porque quiere. Basta con citar como ejemplo aquellas personas que no pueden trabajar desde casa, que tienen una vivienda sobrehabitada o que no tienen otro medio de movilidad distinto al transporte público. Es prudente diferenciar cuidados que no requieren de mayor ayuda de terceros, como el lavado constante de manos y el uso de tapabocas, de medidas que, si se quieren eficaces, exigen una mayor inversión pública y apoyo de la comunidad, como lo es el autoaislamiento. Aunque las personas de bajos recursos tengan la misma buena voluntad de respetar el confinamiento que aquellos más favorecidos, se requiere una estructura que lo permita.
Por otro lado, algunas de las reglas y mensajes que se dan a la población resultan ser contradictorias. En una semana se habla de apoyar el comercio local, ir al restaurante, al centro comercial, promover el turismo y no dejar caer la economía, y a la semana siguiente, se reprende al ciudadano por hacer aquello a lo que fue incentivado. En igual sentido, confinamientos extensos que se comunican de manera intempestiva promueven las aglomeraciones los días previos con fines de abastecimiento.
Tratar esta problemática como un tema de falta de cultura ciudadana, permite que se acepte con mayor facilidad medidas más estrictas y restrictivas de libertades individuales, cuando la prioridad, además del constante mejoramiento del sistema de salud, debería ser el fortalecimiento de políticas gubernamentales que hagan viable para toda la población el cumplimiento de las medidas ya existentes.