A una pregunta sobre el balance del primer año del presidente Duque, respondí: perdió el año, con bajísimas calificaciones, y eso que en mi larga experiencia docente no gané fama de profesor cuchilla. Y le di la razón a mi entrevistadora acerca de que el nuevo inquilino de la Casa de Nariño recibió de Santos un país en crisis, pero precisándole que Duque la empeoró porque continuó con las políticas económicas y sociales de su antecesor. Como se sabía, Duque I resultó ser como habría sido Santos III.
Porque la política agraria e industrial de Duque es la misma de Santos: para Colombia es mejor importar lo que podemos producir, nos dicen los mismos con las mismas, tratándonos como a idiotas. Fue entre indignante y cómico ver al ministro de Agricultura en la Comisión Quinta del Senado, en la primera semana de gobierno, calificando de excelente la balanza comercial del sector –no obstante los 13 millones de toneladas de importaciones–, hasta el punto que tocó hacerle notar que no estaba defendiendo la política agraria de Duque sino la de Santos, gobierno al que ellos derrotaron, según dijeron con razón, por malo.
Igual puede decirse de la situación de la industria, con agravantes. Duque fue especialmente cínico en su engaño a los confeccionistas, a los que, como candidato, les juró que neutralizaría el dumping de los productos asiáticos heredado de Santos. Pero como Presidente les puso descarado conejo y les encimó algo de sadismo al demandar los artículos de la ley que frena las importaciones asiáticas. Nos tocó además padecer a Duque en China, mudo ante sus prendas subsidiadas, mientras hacía demagogia con que les venderíamos bananos y aguacates. Y no es que sea negativo exportar frutas. Bienvenidas. Pero que no se usen para engañar a los colombianos diciéndoles que así saldrá de la olla la producción nacional.
En la base de la profunda crisis nacional, incluida la fiscal, que también encarece al dólar, está el altísimo déficit de las cuentas externas, de 12.908 millones de dólares (2018), el 3,8 por ciento del PIB, uno de los peores del mundo, porque se importa en exceso. Y eso que los neoliberales ocultan que las cifras no son peores por las platas del narcotráfico y los 6.325 millones de dólares en remesas que envían los 4,7 millones de colombianos que viven en el exterior y que –cual venezolanos, desempleados y empobrecidos– tuvieron que salir del país.
De ahí que el desempleo, el rebusque y la pobreza hayan empeorado. También siguieron Duque y los suyos con las malas políticas en salud y educación. Y el país no olvida que el Centro Democrático, con la ayuda de Duque, saboteó la consulta anticorrupción, a la que no obstante le sacó el jugo que pudo el día de su gran votación, para luego no promover que se aprobara su articulado en el Congreso. Y causó repudio que defendiera a Carrasquilla y les entregara el control de los grandes negocios de la infraestructura a dos cercanísimas de Sarmiento Angulo.
En lo que tiene que ver con la política, todo un año de menos que nada. Cero de reforma a la justicia y al sistema electoral, más el rotundo y bienvenido fracaso de su intentona de dañar a la JEP, entre otras razones, porque Duque y sus conmilitones no pueden renunciar a la viveza de mantener “emberracados” a los colombianos, no sea que aumenten las deserciones entre sus filas y se les empeoren las encuestas. Y pésima su posición, porque lo descarta como demócrata, de considerar como un asunto menor “la jugadita” con las que se violó la ley del estatuto de la oposición.
Contrario a lo que se dice, a Duque no le ha ido tan mal en el Congreso, cuyas mayorías –conformadas por los exsantistas y los del Centro Democrático que lo eligieron Presidente– le han aprobado todas sus pésimas leyes económicas: presupuesto, reforma tributaria, ley de las TIC, Plan de Subdesarrollo, ingreso a la OCDE, a lo que le sumaron acordarse para defender a Carrasquilla y al Fiscal Martínez. “Son los negocios, socio”, diría el guasón. Negocios lubricados con mermelada y dañinos para el país, debe agregarse.
Hay entonces suficientes coincidencias entre ellos para concluir que las tensiones de la Casa de Nariño con sus semejantes en el Congreso no son por razones de fondo –seguramente exceptuando los asuntos del proceso de paz–, sino de forma. Y se limitan a que Duque, para engañar a la galería, quiere darles tratamiento de amantes, compartiendo con ellos pero sin lucirlos en público, mientras que los otros aspiran a boda en la Catedral con las mejores galas y fotos y reseñas en las páginas políticas y sociales de los medios. El paso de los días dirá quién doblegó a quién en este pleito meno