- “En semana veo muy poco a mi padre, trabaja demasiado.” Adolescente de 16 años.
- “Creo que le intereso poco a mis padres, no saben en qué ando en estos momentos”. Adolescente de 14 años.
- “Mis papas están separados, mi papá se pone bravo cuando yo salgo con mi mamá y su novio”. Niña de 10 años.
- “Lo tengo todo, la verdad no me falta nada, me falta lo más importante calor de hogar”. Adolescente de 15 años.
- “Lo único que deseo en este momento es que mis padres vuelvan a estar juntos, a los dos los amo y los necesito”. Adolescente de 13 años.
Estas son algunos de los centenares de comentarios que he escuchado en consultas con niños y jóvenes cuando los padres de familia me buscan para que atienda a su hijo/a.
Me dicen que ellos tienen problemas, que están inquietos o les notan comportamientos como aislamiento, problemas académicos o de indisciplina.
También los ven muy pegados a las pantallas o rodeados de compañeros o amigos que no les aportan nada importante y que se han dejado arrastrar a malos hábitos, vicios y comportamientos indeseables.
Lo curioso es que estos comportamientos son el reflejo de la convivencia en su hogar y el diario vivir de sus padres, en muchas ocasiones no siendo el más adecuado y acorde para la crianza de sus hijos.
Los papás inquietos piden cita y los llevan a la consulta, ingenuos, pensando que son otros factores externos los que llevan a sus hijos adquirir esta clase de conductas y comportamientos.
Por eso, necesitamos familias unidas, que se cuiden los unos con los otros, se ayuden y apoyen mutuamente ante sus necesidades.
Necesitamos hogares donde vivan familias, no hoteles donde cada uno entre y salga por su lado, sino que cada miembro de la familia sepa de los otros.
Necesitamos padres de familia trabajadores, emprendedores, pero que den prioridad y saquen el tiempo necesario para estar con sus hijos.
Necesitamos Familias que impacten en la sociedad por defender sus principios, valores, virtudes, haciéndolos vida.
Necesitamos matrimonios comprometidos que defiendan su amor y su relación por encima de todo, siendo especialmente modelo a seguir para sus hijos.
Necesitamos familias que resuciten de manera inmediata ante la defensa de la vida, comprometidas con la paz, siendo ejemplo y modelo para la sociedad.
Necesitamos familias que luchen por ser mejor cada día, que aprendan de sus errores, fracasos y derrotas, que se levanten y aprendan de estos.
Necesitamos familias que críen hijos con carácter recio, no débiles, que enfrenten los problemas siendo resilientes y aprendan de estos.
Se necesita la autoridad firme de unos padres de familia que corrija sin miedo que digan no cuando sea necesario para formarlos y entregar hombres y mujeres de bien a la sociedad.
Y por último, si son creyentes, se necesitan familias que recen unidos y que vivan la presencia de un Dios que está con ellos pase lo que pase.
Se necesitan Familias que despierten y resuciten a su realidad, que mejoren, que cambien, que transformen en su metro cuadrado impactando en la sociedad que tanto lo necesita.
¡Adelante familias! Una nueva resurrección los espera.