Para Iván Duque es políticamente muy rentable su decisión contra la Justicia Especial de Paz (JEP). Pero para los colombianos, muy mala. Porque les hace daño al atacar un proceso de paz que, con todo lo que se quiera debatírsele por años y años, probado está que en la Colombia de hoy, por esa razón, hay bastante menos sangre, menos viudas, menos huérfanos y menos víctimas entre la población civil y la fuerza pública. Porque llena de incertidumbre a los alzados en armas que se reintegraron a la vida civil. Porque el ataque a la JEP la debilita en sus diversas funciones, incluida la de ofrecerles verdad a la víctimas. Y porque atropella a la Corte Constitucional y la separación de los poderes, elementos fundamentales de la democracia establecida por la Constitución.
Tan equivocado anda Duque, que canta en coro con el Fiscal Martínez, funcionario que puede servir en las escuelas de Derecho para explicarles a los alumnos sobre cómo NO debe actuar un Fiscal General, incluso si no hubiera hecho la última trastada, la de utilizar al corrupto subfiscal Carlos Bermeo para engañar y mentir con el cálculo de hacerle daño a la JEP y desviar la atención sobre su repudiable conducta frente a la corrupción en la Ruta del Sol (Odebrecht-Grupo Aval).
También es grande el mal que Duque le provoca a Colombia ante la comunidad internacional. Porque la deja como un país donde no se respetan los compromisos del Estado ni siquiera cuando se tiene a la ONU como la garante. Inmenso error el de Duque y Holmes Trujillo –el ministro de Relaciones Exteriores que ya anda en campaña presidencial para 2022, según él mismo lo confesó– si creen que en el exterior pueden tramar tan fácil como traman aquí, donde los presentan como genios porque politiquean con las relaciones internacionales y se inclinan ante las amenazas de guerra de Trump, que además pueden incendiar a Colombia. Para comprobarlo sirve bien la crítica de The Economist a Duque (http://bit.ly/2ua4TfC).
Es en especial pernicioso que Duque haya decidido irritar nuevamente a los colombianos, reencauchando el debate contra el proceso de paz. Porque es obvio que así recalienta la pelea de perros y gatos que lo caracterizó, esta vez para obtener réditos en las encuestas y en las elecciones de final del año, astucia que le funcionó para alzarse con la Presidencia de la República. Para entender mejor la manipulación en marcha, basta saber, como el propio gobierno lo confesó, que la reforma constitucional anunciada a la par con las objeciones a la ley estatutaria no les será aplicada a quienes estén respondiendo ante la JEP. Pero estén seguros de que le darán manivela a la mentira de que quienes no somos duquistas es porque deseamos lo peor para los niños.
Es obvio que así tira una cortina de humo sobre el que hoy debería ser el principal debate en el país, el del Plan de Desarrollo, esguince que se explica porque en realidad es un Plan de Subdesarrollo. Los que eligieron a Duque pensando que votaban contra las políticas de Santos deben saber que en uno de los artículos del Plan en debate –que tiene 183– se ordena mantener vigentes 472 artículos de los dos planes de desarrollo de Santos. Otra razón para afirmar que en economía y relaciones sociales, y en mucho de lo político, Duque equivale a Santos III, incluso en que a las mayorías del Congreso las cuadra con mermelada. Y que nadie espere un resultado diferente si siempre se hace lo mismo.
El Plan de Subdesarrollo confirma que Duque les puso conejo a agricultores e industriales, y con ellos a desempleados y trabajadores informales, a los que llevó a las urnas diciéndoles que cambiaría las políticas de producción y empleo de Santos. Tampoco hay cambios de importancia en la salud, las condiciones laborales de médicos, personal de enfermería y sobre las clínicas y hospitales ni en las necesidades de más recursos para el sistema educativo, aspecto en el que también coincide con Santos en no cumplirle al magisterio lo pactado. Y nada hay que en verdad demuestre una decidida voluntad política para enfrentar la desenfrenada corrupción, cáncer que corroe el país.