A diez meses de las elecciones municipales y departamentales, en Ibagué ya se vive un ambiente de campaña electoral del que son protagonistas dos sectores políticos, con aspirantes definidos a la Alcaldía, y en el que se destaca la aguda confrontación y el excesivo derroche de medios y recursos privados y públicos.
De una parte, la Administración Municipal, empecinada - como las anteriores - en imponer su sucesor, aprovecha el respaldo condicionado de las mayorías del Concejo, quienes sometidos a base de dádivas y prebendas, le aprueban al Alcalde todo lo que requiere presupuestal, política y administrativamente para montar la infraestructura necesaria y sacar adelante su proyecto electoral.
No le importa al ‘Sultán’ Jaramillo que las condiciones sociales y económicas de los ibaguereños son cada día más críticas y que cualquier imposición contributiva, por mínima que sea, conlleva a profundizar la crisis de la mayoría de hogares y pequeños empresarios de nuestra ciudad.
Hacer politiquería con la chequera pública, para ampliar la nómina municipal, contratar fiestas, agasajos, tertulias, reuniones comunitarias, campañas disfrazadas de culturales y sociales, pagando costosas necesidades logísticas, personales y operativas, que acompaña con su incontinencia verbal y arrogancia, hacen ver a G. A. Jaramillo como un pequeño remedo del presidente Trump y no como un émulo del estilo de gobierno y de vida de ‘Pepe’ Mujica, el expresidente uruguayo al que dice admirar.
Por la otra, el Centro Democrático y un grupo de empresarios privados, tratan de hacer realidad lo que al inicio pareció un chiste: hacer elegir al periodista Rubén Darío Correa, como el próximo alcalde de Ibagué.
De manera soterrada, Correa participa con integrantes de ese movimiento político y el grupo personal que lo apoya, en reuniones, que lucen disfrazadas de campañas sociales y humanitarias, y que al mejor estilo en tiempos pasados del célebre periodista Luís Carlos Echandía, conocido como ‘Rurico’, pretenden satisfacer y solucionar necesidades y requerimientos urgentes de personas humildes y desamparadas.
Es una lástima que la excelente labor social que desde hace varios años emprendió Correa, haya adquirido tinte polítiquero, porque como locutor y periodista se ha ganado un buen lugar de sintonía en los sectores populares y al hacerse oficial su aspiración política a la Alcaldía, se evidencia la farsa que en el fondo tenían las cacareadas campañas comunales humanitarias.
La experiencia vivida en Colombia con artistas, deportistas y personajes de la farándula que han tenido una destacada labor en su oficio o profesión y que deciden ingresar al mundillo político, es nefasta. Cuando Correa me hizo conocedor de su aspiración, le hice un recuento de esta historia y le di un buen consejo: zapatero a tus zapatos.
Estos dos sectores políticos, que dicen ser antagónicos, pretenden polarizar el panorama electoral, lo cual de manera innegable les favorece. De ahí la necesidad de una propuesta nueva, seria y alejada de la politiquería, que con conocimiento del funcionamiento del Estado y de la Administración Pública, se gane la credibilidad y confianza suficiente para empezar a gobernar para nuestra ciudad y no para proyectos electorales futuros.