Mientras se conocían las declaraciones del excandidato a la Alcaldía de Ibagué, Jhon Esper Toledo, entregadas a ELOLFATO.COM, que sorprendieron a ciudadanía y círculos políticos por la forma noble de aceptar su derrota seis meses después de las elecciones, el sector que orienta Rubén Darío Rodríguez, en forma camorrera y alborozada, celebraba una supuesta victoria en las elecciones internas del partido Liberal que no pudo demostrar.
Ambas situaciones, aunque parezcan desligadas y aisladas, tienen sus consecuencias y repercusiones: se entrelazan en el futuro de esa colectividad política en Ibagué y el Tolima. La política, además de ser definida como “el arte de gobernar a los pueblos”, heredada de los griegos, también es “(…) elegir decisiones que favorecen a unos y pueden perjudicar a otros. Es estar con la mayoría o estar con las minorías, pero no hay término medio, no se puede ser neutral. Hay que tomar partido”, dice el líder latinoamericano José ‘Pepe’ Mujica, expresidente de Uruguay, y precisamente es este concepto que nos ocupa en esta nota.
Rodríguez Góngora desde hace tiempo viene sosteniendo posiciones políticas contradictorias, indecisas e imprecisas. Parece que su axioma preferido es el de prenderle una vela a Dios y otra al diablo para quedar bien con todo el mundo o sacar réditos de vencedores o vencidos.
Veamos algunos casos recientes: el exalcalde no se inscribió por el sector político para participar por derecho propio con voz y voto a las deliberaciones de las asambleas Departamental, Municipal y del Congreso del partido liberal, según lo establece la resolución 0032 (marzo 04) de 2016, emanada de la Dirección Nacional Liberal; tampoco participó el pasado domingo en las elecciones del sector social y abierto, lo que indica que se quedará por fuera de los delegados de estos eventos. Esta actitud, además de causar sorpresa, también deja dudas sobre los objetivos que busca el viejo político del liberalismo de marginarse por voluntad propia de estos acontecimientos tan importantes para la organización de ese partido. Por un lado, embarca a su tropa en la convención, y por el otro, se queda por fuera del barco a la expectativa de lo que pueda acontecer para no asumir responsabilidades directas.
Otras manchas. En la segunda campaña presidencial de Santos, fue extraña su actitud cuando algunos de sus familiares y amigos más allegados se fueron a trabajar con Óscar Iván Zuluaga y ‘Rubecho’ se quedó en la del actual presidente trabajando a media marcha.
En las pasadas elecciones para el Congreso (marzo de 2014), apoyó al Senado a Roberto ‘El Chontico’ Ortíz, de Cali, y se quemó él mismo como candidato a la Cámara de Representantes. De paso, hizo perder al tolimense Guillermo Santos Marín, quien a los pocos meses recuperó su curul, gracias a la renuncia de otro senador liberal. En aquella oportunidad, Rodríguez Góngora, sin el apoyo de Mauricio Jaramillo, solo sacó cerca de 9.300 votos en Ibagué y un poco más de 17.000 en todo el Departamento, que a nuestro juicio, es la verdadera capacidad electoral que tiene, y no los 26.365 que sacó en octubre de 2015 para la Alcaldía, cuando contó con el apoyo de los más disciplinados del sector 'jaramillista' (Mauricio).
Y ahora, tenemos que Rubén Darío se apoya en los diputados liberales saraviados, Jaime Ospina y Graciela Vergara. Ambos recibiendo migajas y contratos de la administración conservadora de Óscar Barreto. Además de las cuotas que tiene el propio dirigente del mismo gobierno. Entonces nos preguntamos: ¿con qué autoridad nos viene hablar de los mermelados de Jaramillo (Mauricio)?
Como en el pasaje bíblico. Nuestro apreciado Rubencho solo ve la paja en el ojo ajeno pero no alcanza a observar la viga que tiene en el propio.
A ello, se agrega el lenguaje agresivo, pendenciero y provocador, que emplean sus amigos en declaraciones de radio para dirigirse a sus copartidarios, especialmente un señor Raúl Porras, quien considera como principal enemigo y el dueño de todos los males al 'jaramillismo', olvidando los reales y graves problemas de la ciudad, el Departamento y la Nación, reduciendo a un problema personal, la falta de clientela política de la que, me dicen, carece el citado ciudadano.
Estos y otros motivos, nos hacen saltar dudas sobre la coherencia política de Rodríguez Góngora, máxime que como parlamentario fue regular tirando a malo y que su agenda política siempre ha estado basada en la burocracia, las componendas domésticas y pocos proyectos de desarrollo y beneficio social. Y como caso patético, las afirmaciones que hizo a la prensa cuando reconoció que en las elecciones internas del liberalismo el domingo pasado lo habían acompañado las huestes de Jesús María Botero, uno de los exalcaldes más cuestionados por actos de corrupción y que forma parte del trío que sabemos.
Toledo, el afirmativo
Súbitamente, para regocijo de unos y amargura de otros, se agregan a este panorama liberal las declaraciones del excandidato a la Alcaldía, Jhon Esper Toledo, que sorprendieron a propios y extraños, gracias a las 13 preguntas bien logradas, planificadas y contextualizadas que le formuló el periodista Luis Eduardo González, director de este portal, donde el entrevistado no solo resume su proyecto de vida, sino su futuro destino político. (Ver: “Hoy me le quito el sombrero al doctor Guillermo Alfonso Jaramillo”, dice Jhon Esper Toledo)
Nosotros, que fuimos cerriles críticos de su candidatura, debido al patrocinio del sibilino Luis H. Rodríguez, y por la continuidad corrupta, mediocre y oscura de lo que encarnaba esa administración, tenemos que reconocer que si las declaraciones de Toledo son sinceras y honestas, no queda otra alternativa que entender que estamos ante un hombre que rectifica, que no gurda rencores ni odios, y lo mejor aún, reconoce la capacidad y los aciertos de su adversario.
En nuestro caso, consideramos esas declaraciones como una lección de humildad, generosidad, y como un mensaje claro para aquellas personas que hacen la política basada en odios, amarguras y cálculos proclives hacia el negocio personal con recursos del Estado.
Es también una lección para aquellos malos perdedores como Ricardo Ferro, que se hunden en la miopía política y andan a toda hora pendientes de hacer críticas malsanas, poniéndole palos en la rueda a la administración de Jaramillo (Guillermo), sin tener en cuenta que si al alcalde de la va bien, a Ibagué lo mismo.
Entendemos que Toledo, a quien conocemos poco, de continuar así, tendrá futuro en el partido Liberal y en la política en general, pero deberá deslindarse en forma clara y diáfana de las malas compañías como 'los trillizos'.
En esta nota, donde hemos tomado como tema dos hechos y personajes distintos del liberalismo, queremos significar que uno de ellos, Rubén Darío Rodríguez, que debería estar en la cumbre, navega en aguas tormentosas por sus posiciones ambiguas, mientras que Toledo, que afrontaba dificultades y adversidades, sale a flote por ser una persona afirmativa, sin ambages ni esguinces para plantear sus posiciones.
Coletilla: A propósito de las asambleas liberales, Marco Emilio Hincapié Ramírez, tomará parte en el congreso nacional de ese partido, por derecho propio en su condición de exmagistrado del Consejo Electoral. ¿Otro candidato más a la Alcaldía o al Congreso? Recordemos que pese al corto tiempo de campaña que hizo en la consulta Liberal que ganó el nefasto Luis H. Rodríguez, Marco Emilio sacó cerca de 11.000 votos en Ibagué.