Redes sociales, un arma de doble filo frente a vacunación y salud pública
Las múltiples publicaciones antivacunas en redes sociales –como Facebook– y el déficit en comunicación de temas de ciencia y salud, estaría fomentando ideas en contra de la vacunación de enfermedades como el sarampión y el COVID-19.
“El aumento de publicaciones antivacunas entre 2019 y 2020 estaría asociado con los brotes de sarampión reemergentes, y también con la mayor cantidad de usuarios de Facebook que consumen contenidos referentes a mitos sobre los efectos secundarios de la vacuna y la creencia de que es mejor enfermarse que vacunarse”, afirma la investigadora Diana Mercedes Benavides Arias, magíster en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).
Aunque la vacunación es la medida más eficaz para evitar enfermedades, pues previene de 2 a 3 millones de muertes al año, la renuencia a inmunizarse es una de las principales preocupaciones que hoy ocupan la atención de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El rechazo a la vacuna contra el sarampión es una problemática emergente que genera controversia. Las opiniones están polarizadas entre “provacunas” y “antivacunas”. En este último polo emerge el rechazo a la vacuna como un peligro inminente para la inmunidad colectiva y la salud pública.
“El uso de redes sociales parece jugar un papel crucial en la toma de decisiones para aceptar o rechazar intervenciones preventivas como la vacunación, lo cual podría ser un factor determinante en el hecho de que los cuidadores pueden adquirir información errónea sobre riesgos y efectos de las vacunas”.
Las publicaciones provacuna apelan a la ironía para ridiculizar contenidos en contra de la vacunación y los principales argumentos expuestos fueron falacias y argumentos mediante ejemplos, que presentan casos de niños afectados por las vacunas y en apoyo de una generalización, endilgan los efectos a la intervención.
“Es importante aplicar criterios lógicos para consumir información en redes sociales, y sobre todo revisar los argumentos y el costo-beneficio de la información que se consume, y no comparar. Esa decisión debe ser personal y no con base en la experiencia de otros porque eso nos puede llevar a tomar una mala decisión”, sostiene la la investigadora Diana.