fbpx En Chaparral encontraron fósiles de uno de los depredadores marinos más temidos de la era paleozoica | ELOLFATO.COM - Noticias de Ibagué y Tolima Pasar al contenido principal

En Chaparral encontraron fósiles de uno de los depredadores marinos más temidos de la era paleozoica

Se trata de un molusco cefalópodo, cuyo nombre significa navegante o marinero, habito hace cerca de 252 millones de años.
Nación
Autor: Redacción Nación
Autor:
Redacción Nación
En Chaparral encontraron fósiles de uno de los depredadores marinos más temidos de la era paleozoica

Un grupo de geólogos descubrió en el municipio de Chaparral el fósil de un animal extinguido cuando todavía vivían los dinosaurios, se trata del nautiloideo del género Cenoceras sp.

Este hallazgo, del cual no se tenían registros en el país, es fundamental para arrojar luces sobre cómo se empezó a consolidar el territorio colombiano y suramericano hace millones de años.

Chaparral, a 163 km de Ibagué y con una población de 47.293 habitantes (2017), debe su nombre a la gran cantidad de plantas de chaparro (Quercus coccifera) que hay allí, y además tiene un sector muy importante no solo para los turistas, que lo visitan con entusiasmo, sino para los geólogos, porque representa un encuentro con la historia: las cuevas de Tuluní, que conectan directamente con el río del mismo nombre y que albergan rocas y fósiles de hace alrededor de 210 millones de años.

Así lo ha determinado Ángela Milena Perilla, geóloga de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien junto a un grupo de investigadores liderado por el profesor Pedro Patarroyo, halló algo que jamás se había encontrado en el país: 6 fósiles muy bien conservados de un animal extinto que se movía por los mares del mundo, el nautiloideo del género Cenoceras sp.

Este pequeño molusco cefalópodo, cuyo nombre significa navegante o marinero, formó parte de los depredadores marinos más temidos del Paleozoico, hace cerca de 252 millones de años, cuando empezaron a abundar los animales con concha, un protector natural que actúa como armadura y que les ha permitido evolucionar hasta hoy.

Aunque los cambios del nautiloideo resultaban imperceptibles, eso no quería decir que no estuvieran allí y que fueran muy importantes, ya que los nautiloideos del género Cenoceras sp. hallados en Chaparral tenían una concha de forma un poco más alargada que sus compañeros de especie, que era más redonda. Es posible que esto les haya permitido sobrevivir a la 4 extinción masiva que tuvo la Tierra hace 200 millones de años y que acabó con la mitad de las especies que lo habitaban.

“Este hallazgo representa una pieza del gran rompecabezas de la historia de los mares y las rocas en el mundo, ya que funciona como una especie de indicador de cómo estaba la Tierra durante el Triásico superior, época geológica anterior al florecimiento de los grandes dinosaurios en el Jurásico”, asegura la investigadora.

Así fue el proceso

Durante un mes, la geóloga Perilla y el grupo que la acompañaba –en el marco de la asignatura Campo VI dirigida por el profesor Juan Manuel Moreno– se encargaron de caracterizar la formación de rocas de Payandé, una zona de 389 m de rocas que en la década de 1970 fue estudiada por importantes científicos alemanes, pero que los expertos colombianos no habían tenido oportunidad de investigar arduamente por el conflicto armado.

La zona se extiende por la quebrada Tuluní, del río Amoyá, hasta las cuevas de Tuluní, dentro de las que destaca la “catedral cueva”, llamada así por su forma.

El interés por el estudio de estas rocas inició por una motivación económica para hallar hidrocarburos, y aunque en 1973 el investigador alemán Otto Geyer le dio atención a los fósiles y mencionó al Oxinautilus, otro de género de nautiloideo, en la zona, no se habían registrado otros hallazgos.

La experta relata una anécdota que refleja el desconocimiento que en general se tiene de lo que son los fósiles: “los reincorporados de la zona, que componen varias familias, viven del turismo que se da alrededor de las cavernas, y como no saben lo que son los fósiles, les contaban a los visitantes que eran pictogramas o dibujos de hace muchos años que los ancestros del lugar habían realizado”.

Estos “dibujos” pero de la tierra, ya que los sedimentos de rocas de antaño dejaron sepultados a estos animales, y de esta manera se convirtieron en fósiles, palabra que viene del latín fodere, y se refiere literalmente a algo que es excavado o sacado de la tierra, deben ser llevados al laboratorio con todo y la roca en donde están incrustados.

“Eran varias rocas que podían llegar a pesar 2 kilos cada una, estas eran traídas a la Universidad para empezar a ser esculpidas y tratadas, lo cual debe ser hecho con sumo cuidado, porque una martillada en falso puede dañar la estructura completa del fósil”, señala.

Para lograr este cometido se utilizó un martillo mecánico, que es el instrumento adecuado para sacar al espécimen de la roca, y luego se limpió el fósil con cautela en ácido acético, tratando de conservar al máximo su composición.

“Una de las principales pistas que nos llevó a saber que era del género Cenoceras sp. es que tiene una serie de líneas de sutura en su concha o caparazón, distintas a su antecesor, el nautiloideo Paranautilus, las cuales le permitieron tener una mayor flotabilidad y resistencia a los ambientes durante la cuarta extinción y ser el único género de este animal que sobrevivió y llegó al Jurásico”, recalca la experta.

En el laboratorio, luego de identificar los especímenes comienza un periodo de comparaciones con fósiles de animales como las amonitas y bivalvos, que vivieron durante el Triásico superior, para tener certeza de que en efecto es un nautiloideo del género Cenoceras, los cuales eran cosmopolitas, lo que quiere decir que vivía en distintas partes del mundo, y de los cuales se tienen numerosos registros en países europeos como Alemania.

Hoy en día aún hay especies de nautiloideos navegando los mares, y son denominados fósiles vivientes, ya que al verlos se tiene la impresión de estar viendo animales de hace millones de años, este es el caso del Nautilus, que habita las aguas del océano Pacífico.

“Este animal es como una píldora para los geólogos y científicos interesados en este campo, ya que nos permite ver hacia el pasado y analizar los cambios que tuvieron tanto estos animales como los mares y las rocas a lo largo de la historia evolutiva de la Tierra”, asegura.

El Nautilus pompilius es una especie nocturna que puede vivir hasta 20 años, y se encuentra en zonas menos profundas que otros cefalópodos.

Todo este trabajo de preparación de muestras y análisis que se ha llevado a cabo desde el 2018 aún necesita profundización con más investigaciones, ya que aún surgen interrogantes sobre la formación Payandé, y una unidad de rocas que estaría debajo llamada Formación Luisa, que podría contener más piezas para seguir armando el gran rompecabezas de la historia del mar Triásico.

© 2024 All reserved rights.
Diseño y desarrollo web por Micoworker