La Universidad del Tolima en sus 76 años de existencia se ha consolidado como un proyecto social y humanístico, que a lo largo de su historia ha atendido con responsabilidad las demandas de los contextos locales, regionales y nacionales en donde hace presencia.
Por ello, desde el 28 de abril cuando se empezaron a desarrollar las movilizaciones a nivel nacional, que responden a insatisfacciones ciudadanas frente a problemáticas multidimensionales; ratificamos nuestra posición garante del derecho a la protesta y los derechos humanos, los cuales se han materializado a partir de acciones institucionales concretas, como el ofrecimiento y apertura de nuestro campus principal, el cual goza de ser un territorio de paz, para que puedan confluir diferentes actores y disertaciones orientadas a la búsqueda de salidas pacíficas en momento que atraviesa el país.
Desde entonces, han sido muchas las opiniones y calificativos que se han utilizado para referirse al alma mater de los tolimenses y a sus estudiantes, más aún cuando la polarización se ha convertido en una práctica cotidiana. Frente a esta situación, me siento en el deber de aportar elementos para explicar el significado de la Universidad del Tolima como territorio de paz.
Según la Constitución del 91, la paz es un derecho fundamental para los colombianos. Sin embargo, representa una de las mayores deudas históricas con su pueblo. Tal vez ese sea el motivo por el cual se hace un uso indiscriminado de la palabra sin reflexionar que hablar de paz, necesariamente implica centrar la mirada en las diferencias, disputas, negociaciones y mutaciones sociales.
En ese sentido, la paz no se reduce a un acuerdo o a un ideal liberal, sino que comprende la garantía de un entramado de condiciones y agencias sociales. La complejidad y polisemia de la definición de paz en un país como el nuestro, ha hecho que obligatoriamente como comunidad académica dirijamos grandes esfuerzos a su entendimiento, pero sobre todo a su construcción.
Atendiendo a esa realidad y necesidad social, durante décadas los profesores de la UT han orientado su quehacer al análisis de los conflictos sociales y al aporte de su resolución a través de la academia, la ciencia, el arte y la cultura, lo cual propicia en la comunidad estudiantil un pensamiento crítico y compromiso social que trasciende los claustros universitarios.
Es por esto que para la Universidad del Tolima no es nuevo, ni coyuntural decir que se constituye como territorio de paz, así como tampoco son recientes las redes comunicativas y de cooperación con líderes sociales, comunidades indígenas, organismos departamentales, nacionales e internacionales que buscan la construcción de paz.
La semana anterior el Pueblo Nasa abandonó el campus de la UT, y el balance de su estadía nos dejó valiosos aprendizajes. El principal por estos días, es la capacidad de manifestar inconformidades y problemáticas sociales de manera pacífica y gestionarlas a partir del diálogo, superando la radicalización y cediendo para hallar justos medios.
Sin embargo, una de las razones por las cuales decidieron retirarse fue la reiterativa confrontación entre unos pocos en las inmediaciones de la institución.
Si bien la UT siempre estará de puertas abiertas al diálogo y todas aquellas acciones que nos permitan avanzar como humanidad, no tengo duda que la gran mayoría de nuestra comunidad rechaza enfáticamente a aquellos actores que aprovechan la autonomía universitaria para convertirla en un escenario de confrontación.
Así como condenamos el uso desmedido de la fuerza y la violencia en cualquier manifestación, pues sabemos que lo único que conduce es a un recrudecimiento del conflicto, con la atrocidad exacerbada que ello implica.
Lamentablemente vivimos en un país donde se ha afrontado uno de los conflictos armados más prolongados del mundo y la experiencia nos ha dejado la enseñanza de que el proyecto de paz basado en la victoria, es decir en la eliminación del otro, o el geoeconómico que la ve como la posibilidad de liberar territorios para la explotación de recursos, no contribuyen a la solución estructural de los factores de desigualdad que impiden que en los territorios, en esa Colombia profunda, se pueda vivir en paz.
Por ello desde la universidad pública de los tolimenses se continuará apostando al desarrollo de proyectos plurales y heterogéneos de paz orientados al desmonte de la violencia estructural del país.