La simplificación de la política colombiana es evidente. Lo que se impuso fueron eslóganes simplistas contra el otro y se abandonó lo esencial, las propuestas. Esto se pudo evidenciar hasta en las vallas publicitarias; donde las únicas que generaban noticia, eran aquellas destrozando al oponente. Publicidad sin contenido.
Los electores clasifican a los políticos entre izquierda y derecha. Esta forma binaria de entender la política evita la complejidad que tiene la solución de los problemas sociales que nos aquejan. A esta simplificación se le agrega la cómoda idea de qué hay un centro; que plantea una posición intermedia, nos dicen, entre los extremos. Eso esconde aún más la idea fundamental de que la política no es de "qué" sino de "cómo". Las propuestas no son de un lado o de otro o en la mitad. Las propuestas son difíciles y miran diferentes aristas del problema y diferentes formas de solución.
El centro que presumía tomar lo bueno de las dos partes; se transformó en una nueva polarización, que pretende ponerse en un pedestal según el cual, solo ellos, contrarios a los extremos; tienen la verdad. Ese centro es una nueva forma de trivializar la política.
Lo que hemos terminado haciendo de la política es un ejercicio simplista bajo esos tres carteles. Nadie responde por las propuestas pues esas tres categorías nada dicen sobre cómo lograr la calidad de educación, o mejorar el servicio de salud.
La mayoría de los discursos políticos responden a las preguntas con el pronombre interrogativo “qué”. ¿Qué va a hacer en sus cuatro años de gobierno?; a lo que se responde: más salud, más justicia, mejor educación, más oportunidades. O la parte que más genera aplausos en las universidades y tendencias en las redes sociales. Una paleta con “Si” o “No” dónde los candidatos no pueden justificar su respuesta. Al final, el elector se quedó con el mejor “qué”. El que prometió más kilómetros de carretera, más educación gratuita, más derechos.
La verdadera pregunta de la política no es el “qué”, es el “cómo”. En el “qué” todos podemos estar de acuerdo. Pero es la manera de resolver los problemas donde se evidencian todos los matices. ¿Cómo tener más salud, más justicia, mejor educación y más oportunidades?
Estoy convencida de que si bajamos el debate a los problemas y sus posibles soluciones todos ganaremos. Los ciudadanos tendrán más claridad en torno a lo que se propone y serán posibles mayores consensos.
Si puede existir una polarización cómo un método de clasificación, pero no como derecho odiar a quien piensa distinto. En la democracia se valora a quien piensa diferente. La política no es de enemigos es de ideas distintas.
Por eso celebro la iniciativa de la doctora Íngrid Betancourt que está tomando realmente por los cachos el problema de Colombia. No se puede construir una Colombia en medio del odio y la falta de ideas. Empecemos por poder hablarnos. Nada de malo tiene eso. No significa renunciar a las diferencias que son muchas; se trata de poder pensar y vivir en un país donde quepamos todos. Creo que hoy la pelea es preservar la democracia; y luego construir un país más parecido al que los colombianos queremos.