El Caso 07 es el dedicado en la Justicia Especial de Paz al reclutamiento y utilización de niñas y niños en el conflicto armado. Los otros 6 también investigan esta guerra miserable que hemos padecido. Pero éste nos va a doler más. Ya verán.
Y además, nos va a doler a todos. A los defensores del Acuerdo de Paz y a quienes quieren hacerlo trizas. A los que votaron sí y a los que dijeron no. Incluso, le dolerá a los que nada les duele y todo les da igual.
Cómo no va a doler si están investigando cerca de 8 mil casos. O-cho-mil-ca-sos. Sólo uno ya es una tragedia. Pero acuérdense que aquí estamos anestesiados. Por eso, 8 mil es un número más. 8 mil historias de reclutamiento y utilización de niños en una infinita guerra sin cuartel que -aunque parezca increíble- se acabó un día. Sí, hay disidencias. Pero eso que había con las Farc, se acabó un día.
Y se acabó a costa de un país que terminó de fracturarse, pagando el excesivo precio de la polarización, aupada por los extremistas de lado y lado que no soportan términos medios y para quienes sólo hay una posibilidad: la de su extremo.
En todo caso, Estado y Farc hicieron las paces, firmaron compromisos y arrancamos todos esta nueva etapa, que ha soportado odios políticos, nuevos muertos, santriches, hectáreas y hectáreas de coca, y mil cosas más. En cambio, no pude con lo que dijo Timochenko en La W.
“Estatutariamente y de acuerdo a las normas de las Farc, el ingreso era voluntario”.
¿Cómo? ¿Qué dijo? ¿Que el ingreso era voluntario? Un momento. Seguí oyendo al jefe del partido Farc.
“Yo ingresé de 17 años y yo ingresé porque pedí ingresar, incluso no me querían dar el ingreso, me tocó insistir, incluso medio chantajear. Ingresé voluntariamente y en todo mi recorrido de 40 años en las Farc me tocó dar el visto bueno para el ingreso de gente”.
No puede ser. ¿Todos? Durante más de 50 años, ¿todos ingresaron voluntariamente? ¿En serio?
No es secreta la cantidad de crímenes que las Farc cometieron en su guerra contra el Estado, contra el país, contra todos nosotros, hasta contra ellos mismos. Uno de esos, el reclutamiento de niños.
Hay mil historias, hay mil desaparecidos, hay mil muertos, hay mil reclutados pero la buena noticia es que Timoleón Jiménez duró 40 años en la guerrilla, así que sabe que todo es cierto. Además, fue jefe la mayoría del tiempo. Por lo tanto, supo, aceptó, ordenó, promovió.
Vi cuando Timochenko firmó el Acuerdo de Paz en el Teatro Colón, en Bogotá. Lo hizo con su mano derecha, empuñando el famoso balígrafo, un proyectil de una ametralladora punto 50 que en vez de pólvora tenía tinta. No creí que ese día llegaría.
Y había en ese Acuerdo una condición ineludible: decir la verdad. Lo de las fincas, lo del ganado, lo de la plata, no sé. Pensaría que -al final- eso se diluirá con el tiempo. Pero ¿negar el reclutamiento forzado de los niños? No, eso sí que no. Tiene que contar que a muchos niños se los llevaron a la fuerza a combatir y que en sus ratos libres terminaban de cocineros, de mensajeros, de informantes, de esclavos sexuales. Tiene que aceptarlo que así pasó. Él y todos los que firmaron.
Yo creo que lo que Timochenko tiene es pena. Vergüenza de confesarle -cuando crezca- a su hijo nacido gracias al Acuerdo de Paz que -años atrás- aceptó que reclutaba niños. No. Eso no. Creería que no será capaz de decírselo.
Mejor contarle la versión de que son mentiras de los enemigos de la paz, que claro que mataron pero en combate, que sí traficaron pero poquito, que robaron pero lo necesario, que hubo algunos que violaron pero los castigaron, que no secuestraron sino que retuvieron, que esa Operación Jaque no fue Inteligencia Militar sino traición.
Dígale lo que quiera. Pero, por favor, no le cuente que el reclutamiento de niños era voluntario porque está escupiendo en todos los niños del país, y en los papás a los que les robaron sus niños. Y en los hijos de esos niños. No diga eso, Rodrigo, que Usted también tiene los suyos.
Timo se cansó de la guerra, negoció un acuerdo realmente generoso, sin cárcel, sin un día de cárcel. El pueblo colombiano le ha cumplido. Aunque muchísimos no contemplan el perdón si no pasan por la cárcel, hemos cumplido. A pesar de todo, de todos y de nosotros mismos, ni él ni su guerrillerada han ido a la cárcel. Lo de Santrich, bueno, eso es harina de otro costal.
Hemos cumplido como colombianos y -aún teniendo que pelear con nuestros compatriotas- hemos defendido la idea de que el mal acuerdo era mejor que la buena guerra.
Ayer La JEP dejó en firme la vinculación al Caso 07 de 37 exguerrilleros y citó a 14 de ellos a rendir versión individual, uno de ellos Rodrigo Londoño. Hombre, Rodrigo, Usted es el jefe, Usted fue el que firmó. Deles ejemplo. Ahí tiene la oportunidad.
Porque la JEP hizo un gráfico que refleja el reclutamiento de las Farc entre 1985 y 2018: los picos fueron en 2000 (241 casos), 2012 (175) y 2006 (149). Demoledor.
Eso sí, no estamos preparados para esa verdad. Nos va a doler el alma. Seguramente nos hará trizas cada relato de cada niño metido a una guerra que no provocó y que fue una vida destruida. Y las de su familia. No nos gustará oirla. Pero no hay otro camino si -de verdad- queremos un poco de paz.
Y cuando eso pase, es muy posible que el país los reproche, los insulte, los maldiga. Los odie más de lo que los odia. Sí, es muy posible que así pase. Pero ¿qué esperaban? ¿Que fuera fácil confesar pecados, crímenes y abusos? No, seguro no. En todo caso, recordar que todo es y ha sido más difícil para las víctimas que para los victimarios.
Quienes firmaron el Acuerdo deben cumplir con decir la verdad. Y comenzar por aceptar que se llevaron a niños y adolescentes de sus casas al monte, es el primer paso. Tienen que contarlo y aceptarlo. O no tendrán perdón. Sólo diciendo la verdad, habrá paz.
Decir la verdad no mandará a la cárcel a quien lo haga. Tampoco a Usted, Rodrigo. No contarla, sí. Yo no entiendo por qué carajos -al menos en este asunto- no dice la verdad. En serio, la necesitamos.