Después de la derrota de los Trillizos y su corte, que sumieron la capital del Tolima en una ciudad atrasada y sin perspectivas de futuro, pues sus administraciones la utilizaron como un negocio para engrosar sus arcas, hoy se abre a un nuevo amanecer y los protagonistas debemos ser todos.
Era común escuchar en las calles a los ciudadanos decir: “El voto por Jaramillo, es un voto de conciencia y por Ibagué”. Y a fe, que tenían sobrada razón.
La victoria de Guillermo Alfonso, no solo significa la derrota de una casta corrupta de la política ibaguereña y tolimense, sino el cambio de unas costumbres dañinas donde el dinero era el único objetivo de sus gobernantes. Por eso, los ciudadanos ante tanta ignominia, cansados y hastiados de los malos manejos de la administración púbica, que la convirtieron en botín de piratas de alta mar, se levantaron y derrotaron en las urnas a los bucaneros que se habían apoderado de Ibagué.
A la alcaldía llega un hombre de manos limpias, el más calificado de todos los candidatos que se disputaban ese cargo, que demostró que Ibagué no era finca de nadie, mucho menos puerto de corsarios. Que destruyó aquella falacia que negaba el voto de opinión, que creía que eternamente íbamos a vivir bajo la coyunda de los politiqueros de mala reputación.
Al margen de los análisis acomodados o ciertos que se hagan del triunfo de Guillermo Alfonso Jaramillo, lo verdadero es que la jornada del pasado 25 de octubre, nos deja lecciones valiosas y positivas a todos los que aspiramos a cambios profundos en la administración local. Empecemos por decir que nadie puede apropiarse de su administración, lo conocemos desde hace muchos años y es un hombre de carácter, inteligente, independiente, de sanas costumbres, un luchador por la libertad y amigo de la fraternidad entre hombres y mujeres.
Supo canalizar el descontento de la ciudadanía y los anhelos de cambio que necesita la ciudad. La gente le creyó y, por eso, liberales socialdemócratas (como yo), de izquierda, indígenas, independientes, con o sin partido, organizaciones diversas, y fundamentalmente el voto de opinión, se manifestaron y hoy tenemos los resultados que todos conocemos. Jaramillo no necesitó de maquinarias ni de estructuras políticas, mucho menos de las millonarias sumas que invirtieron ciertos candidatos en comprar conciencias, repartir tamales y canonjías, pagar medios de comunicación y propaganda. Por el contrario, algunos sin la mínima ética periodística ni la capacidad moral, se dedicaron con saña, a criticar falsamente y hasta mofarse de las propuestas y declaraciones del médico del corazón.
Estos medios y ‘periodistas’, también fueron derrotados y se mostró palmariamente que no tienen ninguna credibilidad, lo peor que le puede pasar a las personas que han abrazado “la mejor profesión del mundo”, al decir de Albert Camus. A estos comerciantes de la información también les llegó la hora de cambiar ese concepto de periodismo de billetera, por el de la verdad, la objetividad y la imparcialidad.
Pero Guillermo Alfonso no la tiene fácil. El camino es tortuoso, lleno de dificultades y de obstáculos; las mafias políticas viudas del poder no descansarán por recuperarlo y pondrán toda clase de trampas que habrá que superar. La lucha contra la corrupción administrativa es su principal tarea, sin abandonar los tres ejes sobre los cuales cifro su campaña: agua, transporte y seguridad.
Estos conceptos encierran toda una política de respeto al ambiente y la naturaleza, donde el acueducto alterno debe terminarse en su primer año de gobierno; la movilidad y el desarrollo de infraestructura para hacer una ciudad amable; la seguridad que garantice la vida y bienes de los ciudadanos, en este punto el alcalde electo ha anunciado que ejercerá su cargo como el verdadero comandante de la policía, no se nos extrañe ver al nuevo mandatario local, a las cuatro-cinco de la mañana en la Metropolitana o en cualquier puesto de policía ejerciendo como tal.
Obviamente, a los anteriores temas se agregan problemas como la salud, educación, vivienda de interés social, turismo, las tics y el desarrollo general de Ibagué, el que tiene que cambiar fundamentalmente para hacer una ciudad de futuro.
Los ciudadanos ibaguereños tenemos fincadas nuestras esperanzas en la obra de gobierno de los próximos cuatro años que realizará Guillermo Alfonso Jaramillo, que es también responsabilidad de todos nosotros. No conformarnos con haber depositado el voto, sino ahora trabajar porque se cumplan los programas.
Después de la derrota de los Trillizos y su corte, que sumieron la capital del Tolima en una ciudad atrasada y sin perspectivas de futuro, pues sus administraciones las utilizaron como un negocio para engrosar sus arcas, hoy se abre a un nuevo amanecer donde todos debemos ser protagonistas.