También hay historias con final feliz: Emotivo reencuentro de un hombre con su familia tras superar el COVID-19
Una de las muchas cosas que ha dejado esta pandemia es el aprendizaje, pero no de ese que simplemente se queda grabado en nuestra mente, sino del que nos hace valorar cada momento y a cada persona.
En ocasiones solo somos capaces de fijarnos en las cosas caóticas que ha traído el virus, sin embargo, no nos acordamos que negativo más negativo da positivo, como esta historia que leerán.
Jorge Otálora se contagió de COVID-19 junto con su esposa, Mayra Laguna, “a pesar de que nosotros nos cuidábamos”, contó la mujer.
“Cuando supimos que estábamos contagiados el pánico fue terrible. Inmediatamente él comenzó a tener síntomas, y empezamos con los cuidados en casa, las agüitas que todo el mundo dice”, añadió.
Pasaron seis días desde aquel momento, hasta que el primero de enero Otálora empezó a sentirse agitado y con los síntomas más fuertes. Razón por la cual, su esposa rápidamente lo llevó hasta un servicio de urgencias.
“Lo llevé para el médico y allá únicamente le dieron un jarabe para la tos, y eso que él en ningún momento tuvo ni tos ni fiebre”, aseguró.
Nuevamente volvieron a su hogar sin saber lo que pasaría al otro día.
“El 2 de enero amaneció mucho más agitado, su saturación bajó a 83 y lo llevamos por urgencias. El médico me dijo: va para la UCI porque tienen que intubarlo, pero en Ibagué no hay ninguna disponible, hay que trasladarlo”, narró.
Allí comenzaron a hacer la gestión para remitir a Jorge hacia Bogotá, Huila o Caquetá, pero en ninguno de estos lugares tenían camas disponibles en las Unidades de Cuidados Intensivos.
Al día siguiente la mujer y su esposo recibieron la confirmación por parte del Hospital Federico Lleras, en la que les informaron que el hombre había sido aceptado para ser atendido.
“Desde ese momento fue demasiado difícil, había días en que no teníamos ninguna razón de él”, dijo.
Durante su tiempo en la UCI, logró recuperarse de forma favorable con la ilusión de sentir de nuevo un abrazo de su esposa e hijos.
Y como si de un milagro se tratara, Otálora logró salir del estado crítico en el que se encontraba para volver a su hogar.
Una vez le dieron de alta, su esposa, sus hijos y otras personas lo esperaron ansiosos en la puerta del parqueadero del Hospital.
Su hijo tenía en las manos seis globos rojos en forma de corazón, los cuales agarraba en su mano izquierda con una cuerda blanca.
Paralelamente, su esposa sostenía un ramo de rosas rojas con decoraciones doradas y plateadas en su interior, recubiertas por varios tipos de papeles color morado, verde, azul y negro.
Cuando la camioneta sale del parqueadero del Federico Lleras se escucha a su hijo decir: Hola papito, e inmediatamente el carro se detiene, Mayra abre la puerta de Jorge y lo abraza mientras ambos lloran.
Más que lágrimas de tristeza, eran de esas que recorren cada parte del cuerpo y nos llenan de emoción, felicidad e ilusión.
Seguidamente, se acerca su hijo y también con lágrimas en los ojos lo abraza y comienzan a hablar. El hombre le dice: Hola hijo, lo quiero mucho, y lo abraza con una mano mientras le consiente la espalda.
Aunque no muchas familias han gozado de la fortuna de volver a ver a sus seres queridos, Jorge expresó que esa sensación “es como vivir de nuevo, esto fue una bendición de Dios”.
“Gracias a él estoy hoy aquí con mi familia porque, así como yo ingresé, todos los días ingresan cuatro, cinco o seis personas. Y para mí era muy duro verlos entrar y a los cinco minutos verlos salir otra vez sin vida”, lamentó el hombre.
Asimismo, envió un mensaje a las personas que aún no creen en la letalidad del virus, y les pidió que “tomen conciencia, esto es muy difícil”.
Una vez todos se suben al carro, su hijo lo abraza y emprenden su camino de nuevo a casa.
Como este, desearíamos que fuese el desenlace de todas las historias cuyo protagonista es el COVID-19.
Implementar las medidas de autoprotección no es una cuestión política, es apreciar el valor de tener cerca a los suyos.