Voces que rememoran a Don Alonso, un grande del Tolima
Una tarde de 1982 Alonso Botero se varó mientras viajaba con su familia hacia Armenia. Las pendientes del Alto de la Línea, kilómetros después de Cajamarca y el estadero La Paloma, hicieron que el Renault 4 quedara mudo.
Ninguno sabía de mecánica, lejos estaban los talleres y la capital del Quindío. “Bueno ¿y ahora qué hacemos?”, dijo Luz Stella Herrera, esposa de Alonso. Juan Fernando, hijo de la pareja, veía desde el puesto trasero la escena.
Tenía alrededor de seis años y hoy, 38 años después, rememora ese día para explicar cómo era la filosofía de vida de su padre.
“Muy sencillo. Vamos a orarle al Espíritu Santo y a pedirle que nos ayude”, respondió Alonso Botero. La confianza que tenía en Dios le permitió durante su vida manejar momentos difíciles con tranquilidad, como aquella tarde en medio de la vía nacional.
Después de la oración, Alonso se bajó del carro, lo inspeccionó y notó un cable desconectado. Le puso un pedazo de madera para hacer contacto entre las piezas y volvió a su asiento de conductor. “Antes de probar dijo: En el nombre del Señor vamos a prender este carro. Y encendió”, recuerda Juan Fernando.
- ¿Vos cómo hiciste para arreglar el carro si no sabes de mecánica?, preguntó Luz Stella.
- Con la ayuda del Espíritu Santo, contestó Alonso.
Alonso Botero Palacio
Nació en Envigado, Antioquia. Fue gerente regional de RCN Radio en Ibagué desde 1981 hasta su jubilación en 2015. En sus últimos años creó la marca de café especial, Café Alonso Botero. El 7 de septiembre falleció en la Clínica Tolima por una afección pulmonar después de ser contagiado por la COVID-19.
Vivió en Tuluá, Valle del Cauca, donde trabajó cerca de cinco años hasta que le propusieron dirigir Voces del Río Blanco, primera emisora que tuvo RCN en Ibagué. El grupo radial creció bajo su liderazgo y otras frecuencias se unieron a RCN. Primero fue 88.3, que después se llamó Amor Estéreo y hoy es Radio 1. Antena 2 que hoy es La Cariñosa. Y la Super Estación pasó a ser La Mega, que hoy hace parte del paquete que dirigió Botero.
Además de trabajar por la radio, potenció proyectos que impulsaron la región. Andrés Sierra, empresario, recuerda que Botero apoyó al gremio empresarial local y que creía que la región podía desarrollar más su capacidad comercial.
Sus proyectos de unión y desarrollo de la región también llegaron a la religión. Él asistía a la iglesia Central Presbiteriana, entre la calle 13 con carreras 4 y 5. Un día se acercó a Baudelino Rubiano, pastor principal de la congregación, para invitarlo a un conversatorio con Juan Francisco Sarasti, entonces arzobispo de la confesión católica.
“Se acercó con algo de pena, lo que es lógico en esos temas. Yo le dije que sí y la reunión se hizo en la Cámara de Comercio. Asistí a dos y fueron muy especiales, constructivas y edificantes. Fue un proyecto que rompió prejuicios y llamó a la fraternidad”, cuenta el pastor Rubiano, quien conoció por cerca de 20 años a Botero.
Coherencia
Personas que conocieron a Alonso Botero coinciden en que era un hombre consecuente con lo que pensaba, decía y hacía. La calma, que era propia de él, contagiaba a las personas que lo rodearon. Siempre tenía voces de aliento y ante los problemas una postura positiva.
En el trabajo era conocido por el buen trato con las personas y por ayudar a su equipo cada que podía. Un empleado que convirtió en amigo fue Carlos Mauricio Robayo Ordóñez, quien ingresó hace ocho años como mensajero a RCN.
Robayo recuerda que la vez que hubo una confusión con un mensajero por unas consignaciones. De auditoría y mensajería había mucha incomodidad. “Era un malentendido, pero los temas de dineros son complejos y él manejó la situación con tranquilidad. Citó una reunión, habló y la situación se resolvió de la mejor manera”, dice Robayo para explicar que la forma de ser de Botero era constante, aún en momentos de tensión.
Cada mañana el entonces mensajero se reunía con Alonso Botero a definir rutas de recaudos y demás cuestiones administrativas. Siempre, en medio de las conversaciones laborales, Botero sacaba un espacio para preguntar por el trascurrir de la vida de Robayo.
Le daba consejos, lo incitaba a que creciera como profesional y lo apoyó como jefe para que se graduara de contador público.
“Cuadrábamos los horarios para que yo pudiera estudiar y trabajar. Siempre estuvo pendiente de mi progreso y en mi graduación él y su esposa fueron dos de los ocho invitados”, rememora Robayo, quién después de graduarse creció en la empresa y hoy es el director Administrativo de RCN.
La atención de Alonso Botero por las personas que lo rodeaban continuó después de jubilarse. Llamó a Robayo cada que algo positivo pasaba en su vida, cuando se enteró del ascenso y de que iba a ser padre. Con la frase: “tomémonos un tinto”, se iniciaba la cita.
“Yo no sé cómo hacía para enterarse, pero siempre estaba pendiente. Recuerdo una frase que me dijo: Usted va a ser muy buen padre. Eso se me quedó grabado”, comenta el hoy director Administrativo.
El carácter de Botero también se describía en sus frases:
- “Suave con la persona, duro con el problema”, es una de las expresiones que recuerda Claudia Aristizábal, gerente Comercial de RCN radio.
- “Buen hombre, …”, era el epíteto con que iniciaba saludos y conversaciones.
- “Gran líder, …” le decía a Andrés Sierra, seguido a veces de un “hay que seguir”, “no desfallezca”, “ese es el camino” o de cualquier palabra que le diera ánimos en sus proyectos.
- “Nunca diga lo que no puede repetir. Nunca escriba lo que no puede firmar”, palabras que Alonso le decía a su hijo desde joven y que hoy Juan Fernando recuerda como pilar de la coherencia que demostraba su padre.
Juventud
Alonso Botero era el cuarto de siete hijos, cuatro hombres y tres mujeres. Sus padres, Luis Felipe Botero Gómez y Ligia Palacio Aristizábal, le inculcaron muchos de los valores y la fe en Dios que practicó durante su vida.
Juan Fernando cuenta que su padre fue cercano al ambiente rural desde su niñez. En vacaciones Alonso visitaba la finca cafetera de su abuelo materno. También iba a la finca de su abuelo paterno, Soilo Botero Gómez, quien era arriero y tenía una empresa de transporte:
“en la época el vehículo era la mula, cargaban los animales como si fueran carros para el trasporte. El patrimonio se medía en recuas de mulas y bueyes”, precisa Juan Fernando.
El abuelo, Soilo Botero y la abuela, Margarita Gómez, estuvieron en el recuerdo de Alonso. Narraba sus visitas a la finca arriera y los quehaceres a los que se dedicaba. Además, allí recibía consejos para la vida relacionados con la palabra de Dios, la fe, el respeto y demás enseñanzas que sus abuelos le inculcaron.
Esa pasión por el café y paisaje rural estuvo en Alonso desde sus primeros años. Como también lo fue su devoción religiosa y su amor por la familia.
En 1974 conoció a Luz Stella Herrera en un grupo espiritual al que ambos fueron invitados. En 1975 se casaron en Medellín en la iglesia del Verbo Divino y en 1976 nació Juan Fernando. Poco tiempo después se radicaron en Tuluá, Valle del Cauca. Y, como se dijo al principio de esta historia, en 1981 inició su vida en Ibagué.
Amor
Si hay algo que repiten las personas que lo conocieron es que para Alonso Botero su familia siempre estaba primero. “Mi papá tuvo un tío, Alfonso Palacio. Él le dijo que el secreto del éxito es ser hombre de una sola mujer. Que le iban a decir lo contrario en la calle, pero que esa era la forma de mantener la prosperidad”, comenta Juan Fernando.
Y así lo practicó. Su vida se la dedicó a su esposa. La pareja disfrutaba de sus paseos a la finca donde en los últimos años se dedicaron a cultivar café. Como pareja, recuerda Juan Fernando, disfrutaban de las cosas simples, como tomar un café, caminar o visitar la familia. “Cuando se jubiló se dedicó mucho más a mi mamá”, determina.
Él
Botero fue un hombre que adoptó la región como suya y trabajó para que cada vez fuera mejor. Su vida quedó en alma de muchos de quienes lo conocieron. Para Andrés Sierra, por ejemplo, fue un golpe duro saber de su muerte. Él lo apoyo en sus proyectos con el gremio empresarial y, en su vida personal, fue un amigo que le dio voz de aliento cuando tuvo que luchar contra el cáncer.
“Pero la energía de él era tan positiva que me logró dar tranquilidad aún después de su muerte. Yo pensé: ¿cómo le gustaría a Alonso que reaccionara? Y pude sentirme mejor”, comenta Sierra.
Para Robayo, director administrativo de RCN, aún es difícil procesar la noticia. “Todavía no creo que esto haya pasado”, anuncia.
La voz de su hijo, Juan Fernando, se oye tranquila y cargada de cariño y admiración cuando habla de su padre. Recuerda historias con alegría y entre sus palabras demuestra que quiere seguir el ejemplo de su padre.
Al principio de la pandemia, cuando las alertas crecían, Juan Fernando le preguntó a su padre:
-¿Y si pasa algo?
-¿Si pasa qué?
-Si se va solo ¿qué?
-No importa, si el Señor me tiene que llevar, que me lleve.
Para Alonso Botero lo material era banal, necesario para vivir, sí, pero para él las cosas se quedaban en la tierra. La importancia estaba en el espíritu, en la construcción moral, familiar y en la fe en Dios, lo que sí quedaba en el hombre después de morir. Entonces, según el testimonio de quiénes lo conocieron, su maleta al más allá quedó cargada de historias de admiración, paz y fe que seguirán impactando en la vida de quienes lo conocieron o que hoy supieron de él.