
¿Por qué las plazas de mercado de Ibagué se construyeron cada siete cuadras?
El historiador Andrés Francel reveló detalles de estos espacios, testigos de los cambios sociales, culturales y comerciales de la ciudad.

Escrito por: Redacción Ibagué
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Las plazas de mercado son un sitio común en cualquier comunidad colombiana. En las grandes urbes, y en los pequeños pueblos siempre hay un lugar donde abundan los colores, los olores y los sabores que recuerdan que se es tierra campesina. Pero ¿sabía que en Ibagué fueron pensadas para estar ubicadas a siete cuadras de distancia entre sí? Sí, haga la cuenta.
Andrés Francel, historiador ibaguereño, hizo el recuento histórico de datos que sorprenden, como la distancia entre ellas, pero también sobre cómo han mutado y cómo eso refleja también los cambios de Ibagué, para bien y para no tan bien.
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“Hacia 1935 se planeó que las plazas de mercado quedaran cada siete cuadras, por eso, tenemos la de La Pola en la Séptima; la de Chapinero en la 14; la de la 21, y finalmente la de la 28. Con los años cambió el paradigma, pero fue la concepción inicial”, dijo Francel.
Una de las plazas más icónicas de la capital es la de Chapinero, la de la calle 14. Esta se empezó a construir en 1954 gracias a un proceso de financiación del Banco de la República.
Para diseñarla, se contrató al arquitecto Juvenal Moya Cadena, el arquitecto predilecto del expresidente Rojas Pinilla, quien tenía experiencia diseñando plazas y capillas. No sin antes, comprar los lotes alrededor de la zona, pues en esta debía instalarse todo lo que había en la ‘loma de víveres’ que quedaba en la 13 con Tercera.
“En Chapinero todavía podemos observar algunas de las características de la arquitectura historicista, en donde vemos algunos motivos de la antigüedad Griega, Romana, Renacentista, Barroca, mezclada con algunos elementos del Art Déco —es decir— con motivos geométricos decorativos”, describió el historiador.
La construcción de esta plaza no significó solo un arte que todavía, con un poco de esfuerzo puede observarse y que se engalana con la vista del Cañón del Combeima, sino que permitió que este espacio —ubicado en la periferia— fuera un nuevo polo de desarrollo. De allí partió, por ejemplo, la creación del sur de la ciudad.
De acuerdo con Francel, la plaza de mercado permitió un nuevo vínculo entre el centro y el sur. “Por eso es también un símbolo, porque en las plazas de mercado como esta se vinculan la producción rural con los usos urbanos y —en este sentido— son todavía una posibilidad de comprender cómo vamos generando nuevas ruralidades e interacciones”, mencionó.
¿Se pierden entre la modernidad?
Aunque es sabido por el común denominador que comprando allí se apoya a los campesinos locales y que usualmente hay productos más frescos y económicos que en otros lugares, con el desarrollo del comercio, la tecnología y el infinito de opciones para comprar alimentos, empezó la dificultad de las plazas de mercado.
Para Francel, con la llegada de los Centros Comerciales entraron en una crisis, debido a que allí no solo se puede mercar, también se puede obtener todo tipo de productos en un mismo espacio de amplia interacción social.
“Las plazas de mercado (sus edificios) empezaron a despoblarse y alrededor se empezó a generar comercio informal, como es evidente en Chapinero, por ejemplo. Esto ha conllevado a muchísimas problemáticas de espacio público. Entonces, han quedado como unos edificios que necesitan ser reconceptuados para que retornemos a ellos y podamos disfrutar de las maravillas de encontrar el campo en el corazón de las ciudades”, manifestó el docente e investigador.
Es claro que, pese a los cambios constantes en la cultura de consumo, espacios icónicos como las plazas de mercado en todo Colombia subsisten a pesar de los retos; sin embargo, reclaman también que se les repiense.
Como señala Francel, claman que se les retorne la vida y el sentido de antaño, permitiendo que los habitantes de las ciudades puedan redescubrirlas como un lugar donde lo fresco, lo auténtico y lo local se combinan en un solo espacio; máxime en Ibagué, donde están declaradas como Áreas de Interés Arquitectónico e Histórico y Bienes de Interés Cultural.