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Isabel y Claudia: las primeras cirujanas del Federico Lleras Acosta

Cuando llegaron hace casi 30 años no fueron bien recibidas por el simple hecho de ser mujeres, pero su talento las hizo convertirse en personas influyentes y decisivas en el hospital más importante del Tolima.
Historias
Autor: Redacción Salud
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Redacción Salud
Foto: EL OLFATO

Hace 29 años, cuando Isabel Serrano y Claudia Echeverri arribaron al Federico Lleras Acosta, no se imaginaron que se convertirían, no solo en las primeras mujeres en ser cirujanas de este centro hospitalario, sino en dos líderes indispensables e influyentes en el hospital más importante del Tolima.

En tres décadas este hospital ha visto desfilar diferentes gerentes y directivos, pero ellas siguen allí, no por rosca ni por favoritismos, por brillantes, responsables y, sobre todo, comprometidas con su razón de ser médicas: servir a la sociedad.

“Cuando llegamos no fuimos bien recibidas, tuvimos que abrirnos campo a codo, digamos que no nos insultaron, no nos trataron mal, pero sí tenían sus reservas todo el tiempo. Sin embargo, era algo por lo que había que pasar porque eso hizo que se les abrieran las puertas a muchas mujeres”, comenta Claudia Echeverri, cirujana general y encargada del Comité de Infecciones del Federico Lleras.

El no ser bien recibidas no fue algo que las sorprendiera, sabían que lamentablemente por el simple hecho de ser mujeres, así tuvieran las mismas o mejores condiciones que algunos de sus compañeros, debían esforzarse más para intentar acceder a ciertos espacios que en plenos años 90’s solo estaban reservados para los hombres.

De hecho, es que no solo fueron pioneras por convertirse en las primeras mujeres cirujanas en este centro hospitalario de Ibagué, también lo fueron cuando lograron ser admitidas a la especialización de Cirugía General del Hospital San José de la Universidad del Rosario, en Bogotá.

“El profesor de cirugía general (uno de los encargados en esta época de admitir a los estudiantes de medicina que querían hacer esta especialización) era riguroso, antiguo y conservador, de hecho, las malas lenguas decían que no había permitido que ninguna mujer entrara al programa y decían en broma que se había enloquecido porque el mismo día había recibido a dos mujeres”, recuerda con orgullo Echeverri.

Pero estas bogotanas, amigas y colegas desde hace más de 30 años tenían un talante diferente y nunca se dejaron derrumbar por aquellos que no creían que podían ser médicas, y mucho menos cirujanas, sin mencionar su rol como mamás y esposas de familias que hoy en día siguen siendo fuertes y amorosas.

“Era un reto que hiciéramos las cosas muy bien y que fuera de eso criáramos unos hijos. Porque los colegas debían preocuparse solo por su trabajo, de sus hijos se encargaban sus esposas. A nosotras nos tocaba trabajar mucho más que los hombres que estaban y demostrar todo nuestro potencial, pero sin descuidar las labores de la casa”, narra Echeverri, quien además de cirujana es mamá de cuatro hijos. 

Algo con lo que la doctora Isabel Serrano concuerda. Ella es mamá de dos hijos y recuerda que cuando estaba embarazada del primero, se encontró con quien había sido su profesor en las épocas de la especialización y al verla en su avanzado estado de gestación le dijo, en tono burlesco, que cómo podía operar así.

“Recuerdo que me encontré con este profesor, un hombre bastante gordo vale recordar, quien llega y al verme así embarazada me dice que cómo lograba operar, entonces le respondí: pues usted a operado toda la vida así, al menos a mí se me quita”, cuenta entre risas.

La también cirujana general y actual coordinadora de la Unidad Funcional Quirúrgicos, asegura que para sus colegas y superiores era incompatible que ellas fueran casadas, mamás y especialistas, y terminaron siendo mucho más reconocidas y respetadas que aquellos con los que siempre las comparaban.

De hecho, ambas trabajaron hasta el último día de embarazo y rompieron fuente con algunos de sus hijos mientras estaban en medio de una cirugía. Y, por si fuera poco, lograron criar personas buenas y responsables, que además las aman y admiran profundamente.

De la capital a la “provincia”

En 1991 llegaron a la capital del Tolima. Ambas cirujanas nacieron y se criaron en Bogotá, pero sentían que, si querían realizarse como profesionales, pero también tener una familia, debían buscar otro lugar menos caótico, menos bogotano.

Como si no pudieran tener más conexiones, los esposos de ambas tenían sus fuentes principales de trabajo en Ibagué, así que sin pensarlo mucho decidieron que sería su nuevo hogar.

“En ese momento también nos interesaba mucho la región, porque la vida laboral allá (Bogotá) era desde las 7:00 de la mañana hasta las 11:00 de la noche y uno no podía llegar a la casa nunca. En cambio, aquí el hecho de que fuera una ciudad pequeña nos permitía hacer nuestro trabajo con igual dedicación, pero también de estar con nuestras familias”, explica la doctora Isabel Serrano.

Pero como ya lo mencionaron, esa llegada no fue nada fácil y no solo por sus colegas y jefes, por los mismos pacientes a los que atendían.

“Uno llegaba y examinaba al paciente, le explicaba todo, sus síntomas, qué tenía, qué se debía hacer, pero al final llegaban y te decían: muchas gracias señorita, pero cuándo viene el doctor”, expone Echeverri.

Lamentablemente no fueron los únicos momentos en que dudaban de ellas. Serrano indica que a los pocos meses de llegar el volumen de trabajo aumentó considerablemente, por lo que el Federico Lleras se vio en la obligación de implementar turnos nocturnos de permanencia, facilitándole una habitación a quien le tocara pasar la noche.

“Recuerdo que el Gerente me llamó un día y me dijo que me iba a llamar la atención porque no me estaba quedando en los turnos y yo quedé muy sorprendida porque siempre he sido muy juiciosa. Le digo que no es verdad y me dice que sí, que la señora del aseo le había dicho que los días de mi turno la cama amanece tendida, cuando era que me pasaba toda la noche operando”, detalla la coordinadora de la Unidad Funcional Quirúrgicos. 

Lo que más malestar les generaba es que eran cosas que solo les preguntaban a ellas, porque a ninguno de sus colegas, quienes si no operaban, les cuestionaban su labor o fiscalizaban lo que hacían.

No obstante, y a pesar de la molestia que esto les generaba no se dejaban ‘achicopalar’, fueron mostrando su talante y sus capacidades. Por eso, al poco tiempo de llegar y sin importar lo jóvenes que eran, terminaron asumiendo la coordinación de muchas áreas del hospital.

“Empezamos a hacer los libros de entregar turnos y los hombres para no tener toda esa carga de fulanito viene de turno o este no, nos lo recargaron a nosotras y por eso desde hace muchos años tenemos puestos que implican coordinar y dirigir”, dice con satisfacción Echeverri.

Un grato agradecimiento por Ibagué

Para Isabel Serrano y Claudia Echeverri esta ciudad fue la que les permitió ser de las mejores en su campo, pero, a su vez, poder tener una vida familiar. Por eso ya no la ven como el lugar de paso sino como su hogar y no piensan bajo ninguna circunstancia regresar a Bogotá.

“Esta ciudad permite, por las distancias cortas, tener eso, con mis hijos por lo menos en un 80% almorzamos juntos todas las veces. Y de alguna manera, no sé decir cómo, los llevábamos al ballet, al fútbol, al odontólogo. Fuimos y somos madres presentes”, revela Serrano. 

Agregando que “una de las ventajas de venirse para acá es que había menos especialistas, entonces nos teníamos que meter a todo y empezamos a operar muchísimo y muy bien y a operar juntas con mucha frecuencia. Somos las más activas y con un historial supremamente mostrable”.

Entre ambas especialistas crearon el comité de infecciones, cambiaron el funcionamiento del hospital cuando fue necesario, operaron hasta perder la cuenta y sirvieron a quienes menos recursos tenían, sin mencionar que le labraron el camino a cientos de mujeres no solo en Ibagué, también en Bogotá, cuando lograron ser las primeras admitidas en la especialización de Cirugía General del Hospital San José.

Al frente de la batalla (la intervención del Federico Lleras)

Es tanto el compromiso de estas dos cirujanas que ni siquiera en los peores momentos, como la intervención forzosa de casi cinco años por parte de la Superintendencia Nacional de Salud al Hospital Federico Lleras Acosta, logró hacerlas renunciar.

Aunque no era su problema y tranquilamente pudieron decir no más, háganse cargo otros, ellas decidieron batallar para sacar a este centro asistencial de esa grave crisis en la que estuvo sumido.

“Por varios meses no nos pagaban, solo funcionaba urgencias y venía muy poca gente, pero ahí estuvimos porque nadie más conocía el funcionamiento del hospital como nosotras, no solo en lo asistencial, en lo administrativo, así que cada uno de los interventores que pasaron sin conocernos, confiaron en nosotras”, comenta Claudia Echeverri, quien ejerció como subgerente del Federico Lleras por seis años.

Ahora, seis meses después de que terminara esta tormenta y la Supersalud levantara esta medida, ellas volvieron a ocupar sus cargos y vigilar que el centro asistencial funcione como debe ser.

“Yo estoy en el comité de infecciones que siempre es lo que me ha gustado, opero por fuera en otras clínicas y estoy asesorando los proyectos que tiene la Gobernación, qué hay que comprar o renovar, si hay que ir al Ministerio, conseguir la financiación”, indica Echeverri.

Por su parte, Serrano dice que tiene “una actividad mixta porque nunca he querido abandonar la parte asistencial porque es lo que más me gusta, entonces opero una vez a la semana, paso revista, hago consulta y hago también las labores administrativas como hacer las listas de turno, de coordinar, hacer todos los papeles”.

Adiós al Federico Lleras

Claudia e Isabel llegaron juntas hace casi 30 años y ahora esperan marcharse del Hospital Federico Lleras de la misma manera. Su jubilación está cerca y aunque podrían seguir como cirujanas, quieren descansar y tener la vida que no han podido.

Hace unos días me llegó la notificación de pensión y en dos meses me voy. Quiero dormir, ir al gimnasio, leer, viajar, las cosas que no he podido hacer. Dedicarse un tiempo para uno con cosas tan simples como arreglarse las uñas”, expresa con mucha satisfacción Serrano.

Echeverri quiere dedicarse a administrar la finca que le dejó su papá, cuidar sus matas y pasar más tiempo con sus hijos, esposo y, por supuesto, con su entrañable compañera de mil batallas, Isabel.

Cuando llegaron nadie tenía mucha fe en ellas, pero ahora no hay quienes generen más confianza que estas dos talentosas cirujanas, como cuenta una de ellas, hasta el mismo Gobernador las llama y escucha porque nadie más como las doctoras Isabel Serrano y Claudia Echeverri.

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