Entre ser y hacer: la historia de una mujer en el mundo del arte
“Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?”: dijo Frida Kahlo alguna vez mientras luchaba contra ángeles y demonios para llevar su nombre y su arte por un camino que solo, visiblemente, pisaban los hombres.
Ese, con certeza, es el mismo recorrido que traza Mariana Benjumea, una artista ibaguereña, a quien su lápiz y su don de crear piezas maravillosas, la acercan cada día más a que ustedes, al igual que muchos, recuerden sus obras.
Cuando hablamos de cómo empezó, quizá nos preguntamos cuál fue su primer dibujo, pero déjenme decirles que para ella no hubo un inicio, pues -literalmente- lleva el arte en su ADN.
“No es como que tenga un comienzo puntual. Siento que toda la vida me he movido en este campo. Mi abuela era pintora y a mi papá siempre le gustó dibujar, entonces creo que siempre me he interesado muy naturalmente por todo este mundo creativo”, contó.
Desde pequeña, Mariana se acostumbró a destacar en sus clases de artística, y esto tal vez no se trataba de que fuese quien mejor dibujaba, sino que era quien lo hacía con más pasión.
“En las clases de artística del colegio, por malas que fueran, eran las que más disfrutaba. Siempre tuve muy claro mi gusto por el arte”, dijo.
Eso mismo fue lo que la llevó a estudiar Artes Visuales en la Universidad Javeriana, en Bogotá, donde descubrió que su talento la conduciría al placer, ese que sentimos cuando hacemos algo que nos llena de felicidad.
“Soy maestra en Artes Visuales. También, hubo un tiempo que tomé clases de dibujo en el Museo de Arte del Tolima”, mencionó.
Durante su proceso de aprendizaje, descubrió otra de sus grandes pasiones: emprender. Increíble, ¿no? Una chica de tan solo 24 años creó con sus propias manos tres rutas para salir adelante.
“Dibujo (@mar.benjumea), tatúo (@poesi.amuda) y tengo una marca de ropa (@vecchio_disegni). Sobre todo y principalmente, porque cuando uno es artista, también tiene que tener los pies en la tierra. Digamos que decir cómo: voy a vivir del arte netamente, es obligarse a hacer cosas que uno no quiere por dinero o por vender”, explicó.
Y agregó: “yo no quería tener esa presión todo el tiempo. Si quiero hacer arte es porque quiero, si quiero dibujar es porque me nace o porque siento que tengo cosas que decir, más no por el dinero”.
Sus tres caminos se han fusionado en un mismo concepto: la mujer en el arte. Sí, es bastante complejo desde el punto en el que se mire, pero ella lo ha sabido definir con mucha altura.
“Es bien complicado también. El arte, como todo, ha sido el campo en el que los hombres sobresalen, pero siento que trabajar sinceramente desde lo que uno cree y desde lo que uno siente, lo llevan a uno a hacer las cosas bien”, afirmó.
“A veces siento que las mujeres tienen que ser brillantes para sobresalir, algo que, de pronto, no le toca tanto a los hombres”, añadió.
El brillo del que ella habla es el mismo que se refleja en los ojos de las personas cuando contemplan uno de sus dibujos, por eso ha sido convocada a distintos eventos.
“A principio de año participé en la convocatoria del ‘Museo menos cuarenta’ para artistas menores de 40 años, y fui una de las ganadoras de la convocatoria. Pronto estaré exponiendo en el Museo de Arte del Tolima, porque eso fue parte del premio”, puntualizó.
Asimismo, ha sido llamada a participar en otros eventos como: ‘Mujer, memoria y espacio’ de la Fundación Caona de la Cámara de Comercio de Bogotá; ‘Reactivarte’ del Ministerio de Cultura, entre otros en los que ha resultado ganadora.
“Me parece increíble más allá del hecho de estar exponiendo, porque tuve la oportunidad de estar en el evento y de que las personas se sintieran identificadas con mis dibujos, de hecho, una de ellas me dijo que sentía que ellos la entendían”, sostuvo.
El arte como una forma de dialogar. Así es como Mariana expresa sus sentimientos en cuestión de horas, días, semanas, e incluso, meses.
“Para mí el dibujo es como pasar un tiempo con el otro, tener una conversación, traducir ese tiempo que paso dibujando en líneas, sombras, reconocimiento de mí misma y en conocimiento del otro. Es como una introspección no forzada”, mencionó.
Entre aprender, desaprender, crear, innovar e incluir, esta joven se proyecta a futuro como una gestora de espacios culturales, con el fin de que las personas, sin importar quiénes sean o de dónde vengan, puedan explorar su parte artística, esa en la que ella se gasta cada uno de sus suspiros.