El comerciante de Chaparral que asumió el cuidado del Águila Real de Montaña
Una visita inesperada llegó hace 10 años a los predios de Guillermo Cruz, un comerciante de ganado del municipio de Chaparral.
Se trató del Águila Real de Montaña, una de las especies más protegidas de Suramérica que habita en lo profundo del Cañón de las Hermosas, en el sur del Tolima.
En el 2010, Cruz se encontraba en su finca ubicada en la vereda Davis Janeiro de esta población, cuando se percató de la presencia de dos grandes aves.
Al observarlos, notó que se trataba de un macho y una hembra de la especie Spizaetus isidori, conocida comunmente como Águila Real de Montaña.
La presencia de las aves le ocasionó problemas a don Guillermo, ya que acabaron con todas sus gallinas.
El hombre relató que tenía cuarenta gallinas, pero estas fueron presa fácil de las águilas, que al devorar todas las culebras de la finca se dedicaron a acabar con su galpón.
Así que decidió comprar conejos y criarlos para que fueran el alimento de sus nuevos inquilinos.
El águila hembra con el paso del tiempo fue acercándose a su cuidador, a tal punto que “ella se me lanzaba encima, me daba en la cabeza con el ala. Me quitaba el sombrero y me lo botaba en la montaña”, narró.
Don Guillermo se adaptó fácilmente a su nueva compañía, le hablaba y ella le respondía con cantos. Cuando se ponía “cansona yo le decía: mi 'negra' vaya case y no moleste”, y ella se alejaba inmediatamente.
Inclusive, cuando Cruz le acercaba los conejos para ser alimentada, no alcanzaba a divisarlos cuando yo se los quitaba de la mano.
Don Guillermo no fue el único que debió adaptarse a la presencia de estos ejemplares, también lo hicieron el resto de animales de su granja.
“Las gallinas después de las 11:00 de la mañana corren y se esconden porque saben que desde esa hora hasta la 1:30 de la tarde las águilas salen a cazar”, explicó.
Durante 10 años el hombre vio cómo su 'negra' junto al macho dieron crías, uno cada año.
“Ella, el águila, desde que el polluelo nace hasta los ocho meses le da de comer. Cuando tienen nueve meses vuelan y se pierden por ahí un mes, luego regresa sola sin el pichón”, enfatizó.
En noviembre del año pasado, la ‘negra’ trajo a un nuevo polluelo. Lo alimentaba como de costumbre. Un día el cuidador tuvo que realizar un viaje al municipio de Chaparral, pero a su regreso se percató que las águilas adultas ya no estaban.
“El pasado domingo que me quedó libre estaba ordeñando con el muchacho por la mañana y me dijo don Guillermo no la escucho”, narró.
Luego del ordeño, él la llamó, pero no obtuvo ninguna respuesta. Así que asustado por el riesgo que corría la cría sin sus padres, decidió llamar a la Corporación Autónoma del Tolima.
Cristian Castro Morales, biólogo de la subdirección de calidad ambiental de la Corporación, decidió ponerle un playback, que es una técnica utilizada para llamar aves.
“Nos encontramos con la fortuna de ver sobrevolar lo que creemos puede ser un macho adulto sobre nuestras cabezas y escucharlo nuevamente vocalizar”, comentó el experto.
Esta respuesta los alegró ya que se dieron cuenta que el polluelo no quedó huérfano. Sin embargo, de la ‘negra’ no hubo respuesta, lo que los hizo pensar que la mataron.
“Es importante recalcar que a la madre la asesinaron y esta es una especie altamente amenazada”, recalcó el biológo.
La noticia entristeció a don Guillermo. “Es muy triste que nosotros no tengamos la mentalidad de cuidar la fauna porque todo lo que vemos lo vamos a matar”, enfatizó.
“Qué bonito es encontrar a un animal durmiendo y dejarlo quieto, pero esto es muy triste, ya llevaba 10 años compartiendo con el animal”, agregó.
Don Guillermo extrañará a su ‘negra’ pero tiene la tarea de cuidar a su pichón y la esperanza de que el macho que quedó consiga una nueva pareja y sigan dando crías.
El hombre hace un llamado a las personas para que conserven este tipo de animales y se dediquen a observarlos sin tocarlos.