
Arzaín: el hombre de 86 años que trabaja como cuidador de carros en Ibagué
Conozca la historia de Arzaín Canizales, un adulto mayor que, pese a los golpes de la vida, todos los días sale a ganarse su sustento diario.

Escrito por: Natalia Reyes
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Desde hace ocho años, Arzaín Canizales, más conocido como 'Martín', se ha vuelto un rostro familiar en la calle 31 de Ibagué. Con 86 años de edad, trabaja como cuidador de vehículos entre la carrera Quinta y Sexta.
Cada día desde las 8:00 de la mañana, Arzaín llega a su puesto de trabajo y se queda allí hasta las 6:00 de la tarde. Su labor es vigilar los carros que se estacionan en la bahía de La Sultana y, aunque muchos conductores le pagan por su servicio, también hay quienes simplemente se marchan sin siquiera agradecerle.
"Hay veces que me gano por ahí 15.000 pesitos, otras por ahí $20.000, porque aquí hay gente más lo que me trampean que lo que me pagan, hay gente que no me da ni las gracias. Sino que yo por resignación porque no tengo más nada que hacer y ya la edad que tengo, que ya tengo muchos años ya", expresó.
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Su vida ha estado marcada por la lucha y la adaptación. En el pasado, trabajó en una empresa arrocera en el Huila y luego tuvo algunos negocios ambulantes. Sin embargo, los contratos temporales y la falta de estabilidad laboral le dejaron sin derecho a una pensión. Hoy sobrevive con lo poco que gana en la calle y el subsidio del adulto mayor que recibe del Estado.
"Tenía por ahí unos negocitos de ambulantes y recién venido por ahí ya como tres años de estar, trabajé en una empresa arrocera en el Huila, luego yendo para Bogotá, allá trabajé como 10 años, un poco de tiempo, con contrato y trabajé como siete años la cuadrilla y entonces el administrador de allá murió y no me arreglaron nada, que por el contrato, y el resto, ahí trabajando, llevo mi vida humilde así por ahí como me ha tocado", manifestó.
'Martín' vive solo en una casa de familia por la que paga $250.000 de arriendo. No tiene familiares en Ibagué ni hijos que lo apoyen. Pese a las dificultades, su día a día está marcado por pequeños gestos de solidaridad. En el restaurante cercano le brindan el almuerzo. A cambio, él vigila el lugar y lo cuida como si fuera propio.
"El almuerzo a mí me lo facilitan aquí en el restaurante. Entonces, yo ayudo a cuidar también y con la plática que me hago junto, pues para el arriendo y ahí me sostengo. Aquí la gente la va muy bien conmigo todo. Tanto los del restaurante, toda la gente aquí la van bien conmigo. La mayoría que no me dan las gracias son los de carros y todo eso, hay gente que salen y se van y me ven aquí todos los días y hay gente que no dan ni las gracias", afirmó.
Aunque no todos le reconocen su labor, él sigue firme en su puesto, protegiendo los vehículos y enfrentando la inseguridad que se presenta en la zona.
"Hay gente que dice no, que esto es de la calle, que no tienen por qué, si le volvieron a pagar algo, que nadie lo obliga, pero aquí hay que frentear, frentear la delincuencia muy peligrosa, yo cuido acá y acá frenteo a la calle. Yo puedo estar por lejos, pero estoy vigilando. Toda la gente, todos saben de qué vivo y todos me conocen", mencionó.
La historia de Arzaín es un ejemplo de lucha y resiliencia, un testimonio de las realidades invisibles que transitan a diario por la ciudad. Nos enseña que todos merecemos ser vistos, valorados y respetados, sin importar el tipo de trabajo que realicemos.