Para entender el sistema es necesario admitir que en él vive la crisis; se podrían enumerar como lo hace Immanuel Wallerstein en su libro el “Análisis del Sistema-Mundo”, entre ellas: guerras, epidemias, crisis financieras, económicas, políticas y sociales, pero no es el sentido de este escrito.
Estamos inmersos en la lógica del sistema que parece abrumador y aplastante, más cuando el caos y la crisis persisten. A veces al igual, que muchos conocidos, quisiera salir corriendo y mirar de lejos todo lo que pasa o pensar que se puede ver a través del cristal e imaginar que nada de esto viene sucediendo. También, podría creer que esto no nos puede afectar si estamos seguros, ya sea en casa o siguiendo los protocolos establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero no, así no funciona ni la vida y menos el sistema en el que estamos metidos de cabeza.
Lo abrumador del sistema y las nuevas lógicas que se han dado con la crisis, es como si estuviéramos viviendo en carne propia dentro de la Novela 1984 de George Orwell. En verdad cuando leí cada página de este libro, creía que solo eso ocurre en la ficción, pero no, ahora ha llegado el momento de vivir en total empadronamiento o como lo diría Byung-Chul Han son las “biopolíticas del poder”.
Hemos vivido en un sistema impositivo y patriarcal, que erige a las personas los caminos y las sendas, como el ir a la escuela, luego hacer una carrera y salir a buscar empleo. Un empleo que con la crisis y el caos actual va cambiando o en palabras de Karl Marx es un “trabajo en abstracto”, ya que ahora, el sistema ha reducido la contratación de personal en todos los sectores de la economía.
Hoy más que nunca, tengo tantas personas cercanas que se han quedado sin empleo o les han bajado sus salarios de manera unilateral en medio de la crisis. Se han suspendido sus contratos, les han dicho que no hay manera de continuar pagando sus salarios y a otros, no les han dicho nada, solo les han pasado la carta de retiro.
Entonces, así ha llegado la desesperación, la tristeza, el desasosiego y las decepciones frente al sistema. Entre los nuevos desempleados hay técnicos, tecnólogos, profesionales, recién egresados y otros que por no tener un posgrado o un idioma se les cierran “puertas” (del sistema). Aun así, lo más doloroso es ver que después de más de mil semanas de una persona trabajar para el sistema, el tema de sacar la pensión también sea agobiante.
El sistema dice que después de los sesenta y tantos años, ya no eres apto para trabajar, además, no tienes las capacidades y competencias que “el mercado” necesita y para mayor pena, el nuevo caos o pandemia afecta directamente a este tipo de población (tercera edad); la que, en otras culturas, son los seres más “cuidados”, ya que son los que saben la historia, los que conocen desde su experiencia lo que se ha vivido en un país o en el planeta, debería ser los “protegidos” como cuando se tiene un tesoro, ya sea un libro viejo o una reliquia familiar.
Hoy me pregunto ¿cuánto cuesta estar desempleado en medio de la pandemia? Y la respuesta es más indignante, pues estar desempleado tiene costos muy elevados, los recibos de los servicios, el arriendo o el crédito hipotecario, la alimentación, entre otros. Podría una persona desempleada decir dejo de pagar, pero no, el sistema no para y todos estamos dentro de él. Y si cesa sus pagos pues será reportado ante las centrales de crédito, una locura más creada por el mismo sistema. Pensar en recortar algunos servicios, por ejemplo, el no pagar el Internet, en medio de la virtualización de casi todos los procesos del mundo, en plena pandemia. Este ya no es un bien de lujo, es un servicio básico, es el único medio de comunicación con el mundo y el motor para la búsqueda de empleo, ahí ese lugar donde hoy se mueve todo, donde están las empresas con las “oportunidades” laborales.
Que ilógico suena todo, ¿qué sistema han construido los hombres? La crisis y personas sin empleo, pero bueno y qué pasaría si se piensa en un cargo público. Para acceder a un cargo público de carrera (sin palancas), usted le debe pagar al Estado a través de la compra de un PIN, que no asegura que consiga empleo, pues son miles de personas las que se presentan para unos pocos cargos y deben realizar exámenes hasta de conciencia, esa conciencia que no tiene la clase dirigente de este país “Colombia”, donde la corrupción se ha visto más en la palestra pública en medio del caos. Una clase dirigente que gana millones de pesos, sin trabajar.
Pero volviendo al tema, estar sin empleo y una crisis planetaria. No es posible que las personas se dejen morir de hambre, bueno, otros podrían decir en un planeta donde tantos mueren de hambre, sería una cifra más para el análisis del sistema. En este sentido, y al mirar hacia el norte del continente, en un país donde la mayoría de gente sufre de obesidad y la muerte los ronda en medio de la pandemia, pues esa es una “enfermedad” que va muy bien con el nuevo virus.
Ahora bien, en medio de tanto caos, habrá algunos que puedan encontrar en la red un nuevo empleo o contrato. Sin embargo, que tipo de contratación o derechos laborales se darán luego de la crisis. Serán nuevas formas de prestación de servicios ahora por menos de tres meses o “según lo que dura el proyecto”, que proyecto puede durar tres meses y generar condiciones dignas en las comunidades donde se ejecuta. Entonces, ya vendrá el nuevo invento del sistema después de todo esto; “más flexibilidad laboral” dijo el Ministro del Trabajo de Colombia. Que pasará en estos países del sur, donde además la xenofobia por nuestra misma identidad “latina” es una penumbra.
Todo esto nos ha mostrado que este sistema no es el camino, menos si está hecho para las cosas y el dinero. No es un sistema que piense en el planeta y las personas.
Escuché hace unos años al norte de este continente, donde es más evidente este sistema, que todos nacemos humanos, pero pocos muy pocos se convierten en “seres humanos”. Lo he meditado y bajo una sofocante realidad, encuentro que es tan cierto. SER humano en este sistema es lo más difícil y SER con amor es lo más complicado, pues muy pocos se aman y respetan. Por ende, tampoco lo hacen con el planeta y los otros humanos que hacen parte de su camino.