Hace un poco más de cincuenta años se creó en Davos, Suiza, el Foro Económico Mundial, organización sin ánimo de lucro inspirada por el economista alemán Klaus Schwab y que se reúne anualmente desde 1971.
En cada cita se congregan jefes de Estado, líderes políticos, empresarios, periodistas y grandes pensadores de África, Asia, Europa y América (norte y sur), con el propósito de debatir y analizar conjuntamente los principales retos económicos, políticos y sociales, según la realidad global vigente en cada convocatoria, planteando a su vez, soluciones y alternativas para cada momento de la reunión.
La convulsión mundial que plantean las guerras de Ucrania y Rusia e Israel y Palestina; así como la desaceleración de la economía a nivel global, obligó a los líderes del Foro Económico Mundial a pensar en cómo enfrentar los riesgos de la incertidumbre y la fragilidad de las economías del mundo.
En esta ocasión -2024-, al mencionado foro se le dio el nombre de: “Reconstruyendo La Confianza”, bajo la premisa de fortalecer la alianza entre el sector público y privado, para mejorar el futuro y estimular el crecimiento económico con propuestas novedosas.
En el caso colombiano, la representación del Gobierno, encabezada por el presidente Petro, confundió la convocatoria, la consigna de la reunión y las amenazas a las economías que se iban a analizar.
Y es que realmente poco o nada hace el Gobierno por reconstruir la confianza, la cual, no solo está perdida, sino que se deteriora paradójicamente aún más, cuando se utilizan en dicho certamen, recursos públicos desmedidos y desbordados, justamente al comprometerse por parte de Procolombia más de $4.850 millones, para instalar una vitrina turística. Dicho dinero se habría invertido en el arrendamiento de una casa, y los servicios de montaje y atención de la misma, que incluyó, por ejemplo, el pago de un traductor inglés –español por $50 millones para que apoyará el evento.
A juicio de expertos y delegados, quienes han participado en este mismo foro en ocasiones anteriores, hubiese bastado la suma de dinero que se le pago al traductor para atender con un desayuno de trabajo a grandes inversionistas que participaban en el evento.
Pudiera pensarse que tratándose del desafío de la incertidumbre, que era una de las preocupaciones del foro, el presidente Petro podría ser un fiel exponente, no propiamente de enfrentar los riesgos que se derivan de ella, sino de cómo crearla, pues justamente, incertidumbre es lo que ha creado por doquier con las erráticas reformas a la salud, laboral y pensional, que tanto agobian la economía, y que afectan diferentes sectores que están absolutamente desconcertados, sin avizorar rumbo alguno en medio de las decisiones impulsivas y dogmáticas de un gobierno que no atiende la evidencia científica, ni posturas diferentes a sus propias y equivocadas convicciones.
Con respecto a la fragilidad de nuestra economía, ella se corrobora con la perspectiva negativa, que algunas evaluaciones de riesgo de calificadoras globales para Colombia reportan, perspectiva que dudo mucho que se supere con una nueva reforma tributaria.
El desdén y menosprecio por la empresa privada que pregona e impulsa el gobierno del presidente Petro, dista igualmente de la cooperación entre el sector público y el sector privado que identificó el foro como solución alternativa, pues lo que se pregona por ejemplo es el odio de clases y no la relación fraterna entre empresarios y trabajadores.
Muy seguramente, en su fuero interno el presidente Petro pudo sentirse en Davos cuestionado y avergonzado por haber acudido al “banquillo de los acusados”. Tal vez recordó aquel adagio: “En casa del ahorcado, no se menciona la soga”.