Luego de los resultados de la protesta social que inicio el pasado jueves 21 de noviembre y ante la vacía e indiferente alocución presidencial que dejó en un limbo cual va ser la posición oficial del Gobierno para atender de fondo los justos reclamos de los colombianos y buscar soluciones, la situación comienza a tomar un oscuro matiz.
La conformación inmediata de mesas de diálogo ampliadas para escuchar el clamor de los Colombianos y discutir una robusta agenda social que de respuesta y soluciones a nuestras peticiones, han sido reemplazadas por el caos y pánico que parece tratar de apoderarse de las principales ciudades de Colombia y resalto el termino parece porque todo apunta a una estratagema donde intereses oscuros, de manera soterrada y malintencionada, pretenden deslegitimar una movilización social que inicio pacíficamente y término empañándose por actos vandálicos metódicamente dirigidos a generar miedo y zozobra. ¿Quién o quiénes están detrás de todo esto?
Los mitos que quisieron venderle a la ciudadanía fueron reemplazados por las verdaderas razones que motivaron esta protesta nacional: la indiferencia del gobierno frente asuntos como el sistemático asesinato de líderes sociales, ambientales, indígenas y sindicales; las erráticas políticas ambientales de un gobierno que le mintió al país sobre el “no” al Fracking, la protección de los páramos y la defensa del ambiente, la fumigación con glifosato y que sigue desconociendo el derecho a la participación ciudadana de las comunidades promoviendo proyectos minero-energéticos contra la voluntad de las poblaciones; la ausencia de políticas nacionales claras que permitan contrarrestar la crisis de la salud, el desempleo, la pobreza económica, las desigualdades sociales cada vez más profundas; la gran mentira de esa promesa presidencial que rezaba “menos impuestos, más salario mínimo”; la intención de promover proyectos de ley que pretenden pauperizar el trabajo y la remuneración de los Colombianos, en especial de los jóvenes; la ausencia de voluntad política para seguir construyendo el camino hacia la paz desde los territorios, con reformas rurales integrales que permitan reestablecer el equilibrio social que históricamente se ha perdido, entre muchísimas otras.
De ahí el sentido de la pregunta: ¿Cuál es el verdadero trasfondo de estos hechos que hoy desvían la atención de lo que ha sido una de las más grandes manifestaciones ciudadanas de la historia de nuestro país y la han querido convertir en un escenario donde los principales protagonistas resultaron siendo delincuentes a quienes pretenden atribuirle la figura de “protestantes”?.
Criminalizar la protesta no es la solución, por el contrario capturar, judicializar y sancionar a los responsables de los desmanes que opacan los fundamentos de esta movilización social debe ser un imperativo, de lo contrario, la denominada “teoría del pánico moral” del sociólogo Stanley Cohen (1972)[ii], como una estrategia del gobierno mediante la cual nos regalan miedo, histeria colectiva para luego vendernos seguridad, tomaría forma y credibilidad. Espero profundamente equivocarme.
Aquí nadie puede atribuirse la “paternidad” de una movilización que nació del cansancio de la ciudadanía, esto no es asunto de ningún partido y menos un “caudillo”. Los protagonistas somos los colombianos de bien que salimos a protestar pacíficamente contra un gobierno que no puede seguir haciéndose de oídos sordos a los problemas que hoy vive nuestro país. ¡De eso te hablamos viejo!