A cinco fines de semana de las elecciones del 27 de octubre, ya se sabe que la competencia entre los candidatos consiste en escoger entre continuismo y cambio.
El continuismo de las pésimas políticas de los mismos con las mismas que eligieron a Duque o el cambio de los sectores declarados en oposición a ese gobierno, que tanto se parece al de Juan Manuel Santos en su desastrosa política económica y social. Y en Bogotá, de lejos el principal cargo en juego en Colombia, consiste en escoger entre Claudia López y Carlos Fernando Galán o Miguel Uribe Turbay, es decir, entre quienes aspiran a reelegir a Peñalosa en cuerpo ajeno –el alcalde hoy más repudiado por sus gobernados en el país– y la única persona que puede impedirlo y ejecutar el programa de gobierno que necesita el verdadero progreso de la ciudad.
Reelegir a Peñalosa por interpuesta persona significa que continúe al mando la idea de que Bogotá debe ser, por sobre todo y sin ninguna consideración democrática, la suma de los lotes existentes o por crear para la especulación inmobiliaria de unos pocos –el conocido volteo de tierras– y a costa de maltratar todavía más el desarrollo de la ciudad, empeorándole sus ya graves problemas urbanísticos y promoviendo, también mediante el POT en trámite, el desplazamiento de sus viviendas y sitios de trabajo de miles y miles de familias.
Esa reelección también implica que la movilidad se inspire en la falacia de Peñalosa de que Bogotá debe tener “el mejor transporte público del mundo en desarrollo”, exabrupto que significa que sea peor que el de los países desarrollados y que agrava con otro absurdo: “Transmilenio hace lo mismo que un metro”, aunque se sabe de lo mucho que sufre la ciudadanía porque Peñalosa puso un sistema de buses a imitar uno de trenes, disparate que agrava con un metro elevado, cuyas desventajas frente al subterráneo son conocidas.
Mantener las ideas de Peñalosa significa asimismo empeorar las condiciones ambientales de la capital de la República, tal y como lo demuestra su objetivo de destruir la reserva natural Van der Hammen –porque ‘son los negocios, socio’–, a pesar de que esta es un área clave e insustituible para el medio ambiente de la ciudad. Implica también volver a poner en riesgo de privatización a la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB) y al resto del patrimonio público de los bogotanos. Y mantener las políticas de privatización de la educación y la salud del Distrito.
Manda un pésimo mensaje que quienes aspiran a ser continuadores de las políticas de Peñalosa hayan silenciado que este mintió al presentarse con títulos académicos que nunca ganó, que la Corte Constitucional le protegiera el derecho al concejal Manuel Sarmiento de calificarlo como “el alcalde vendedor de buses”, que en una voltereta de los usos del suelo les aumentara en 677.000 millones de pesos las ganancias a empresas aportantes a su campaña a la Alcaldía y que lleve despilfarrados 236.000 millones para auto elogiarse en los medios de comunicación.
En innegable contraste con Galán y Uribe Turbay, la candidatura de Claudia López es la que mejor representa los intereses y necesidades de cambio de los bogotanos, y es además la única que puede derrotarlos. Porque tiene aval de la Alianza Verde y el Polo Democrático, partidos declarados en oposición al gobierno de Iván Duque. Se conocen sus grandes diferencias y críticas a las políticas de la administración de Enrique Peñalosa. Son notorios el carácter y la capacidad de trabajo con los que ha adelantado la lucha contra la corrupción. Aciertan sus propuestas de gobierno expresadas en 56 páginas, entre ellas las relativas a empleo, salud, educación, movilidad, medio ambiente, inseguridad y defensa del patrimonio público.
Y es muy importante además elegir a Claudia, porque fortalecerá la lucha democrática contra el machismo y el maltrato a las mujeres, al confirmarse que son intelectualmente tan capaces como los hombres, experiencia que educará más que muchas explicaciones.
Gustavo Petro y Hollman Morris deben recapacitar sobre una candidatura a la Alcaldía de Bogotá que no tiene ni la más remota posibilidad de ganar, mientras que sí, digan lo que digan, les sirve al peñalosismo y al duquismo. Porque la división que promueven, agravada por sus ataques muy sectarios y falaces contra Claudia López y el Polo y los verdes, les sirve a Galán y a Uribe Turbay y a sus partidos.