Arley, el ángel de la guarda de las mascotas abandonadas de Ibagué
Arley Duván Roa es un joven de 27 años de edad que trabaja como operario del Centro de Atención y Protección Animal (CAPA). Más que un empleado, es un ángel de la guarda que custodia cada día a los animalitos que allí esperan ser adoptados.
Viaja a diario desde su casa en el barrio Calambeo hasta el Centro de Atención ubicado en la vía Ibagué – Alvarado. Llega antes de las 7:00 de la mañana, se cambia de ropa, se coloca el sombrero y arranca a repartir amor por cada una de las jaulas en las que permanecen los perros y gatos.
Lo primero que hace es saludar, no puede casi ni caminar porque los perritos se abalanzan sobre él para responderle, pues sienten que la noche fue eterna sin verlo.
Luego, empieza a llenar sus platos de comida. Unos minutos más tarde, Arley y sus otros dos compañeros, José y Luis, inician la limpieza de las jaulas, retiran las heces y desinfectan el piso para que los ‘peluditos’ estén siempre limpios y alejados de cualquier infección que pueda retrasar los procesos de recuperación de algunos.
Después, proceden a alistar a los enfermitos para la primera revisión del día con los veterinarios. Su labor en los consultorios es sostener a los animalitos mientras reciben su tratamiento y apoyar a los profesionales en lo que necesiten.
Un trabajo difícil que lo llena de alegría
Mientras que muchas personas podrían pensar que este es uno de esos trabajos que no harían nunca en su vida, Arley le da gracias a Dios por la oportunidad de hacer lo que hoy hace. Antes de ingresar al CAPA, este técnico en Mecánica Automotriz se desempeñaba como operario de encomiendas, pero por casualidades de la vida terminó rodeado de animales.
Aunque nunca en su vida se había dedicado a limpiar y cuidar animales, desde muy pequeño ha sentido gran empatía por ellos, por eso considera esta experiencia como lo mejor que le ha pasado.
“Es una experiencia muy linda porque ellos lo llenan a uno de satisfacción cuando se sienten llenitos, cuando llegan enfermos y por el cariño que uno les da se curan más rápido, o cuando llegan flaquitos y con pulgas y a los pocos días uno los ve limpios, gorditos y con ánimo, eso es lo que lo motiva a uno a trabajar más cada día”, explica.
Agrega que es tanto el agradecimiento de estos animales hacia él, por ese cariño que trata de suplirles cada día, que es imposible tener tristezas, ellos no dejan que su sonrisa se apague.
“Inicialmente, cuando uno llega a las jaulas, ve esos ojitos mirándolo a uno, colitas batiéndose por todos lados, eso lo llena mucho a uno, yo he llegado muchas veces triste y esos animalitos con su comportamiento me hacen ver las cosas diferente, por eso para mi esta ha sido una labor muy especial, una experiencia muy hermosa”, subraya.
La particular historia de Cielito
En el CAPA hay 135 animales entre perros y gatos, cada uno con una historia de abandono diferente. Algunos quedan con secuelas físicas y en su gran mayoría las psicológicas permanecen, son las más difíciles de borrar porque necesitan altas dosis de paciencia y cariño.
Ese fue el particular caso de Cielito, una perrita que duró dos años esperando ser adoptada, pero que al fin lo logró. “Esa historia es muy chistosa, ella siempre mantenía por fuera y era brava.
Un día empecé a darle confianza, la acariciaba, le hacía cosquillas y ella asimiló el afecto. Un día me dio por jugar como más enserio con ella y ahí es donde todo cambió, me mordía las botas, me acompañaba a donde iba, siempre quería estar ahí conmigo. Si yo podía dar 20 o 30 vueltas en la jaula ella me seguía y no se cansaba”, cuenta Arley.
Esta hermosa relación que se forjó entre los dos tuvo un inesperado final feliz, ambos tendrán que vivir separados y quizás Arley no vuelva a saber de Cielo, pero no cabe duda de que ambos se recordarán por siempre.
Cielo fue adoptada y ahora será su nueva familia quien le dé ese amor que mientras estuvo en CAPA le dieron Arley y los profesionales que allí trabajan.
“Me hace mucha falta. Sin embargo, lo más lindo que le puede pasar a uno es que lleguen a adoptar a los animales, saber que van a tener un hogar en el que les darán más cariño, amor, alimentación, protección. Me dio mucha alegría que la adoptaran, que tenga una familia”, precisa.
No compres, mejor adopta
Arley les pide a los ibaguereños que no compren animales, que se acerquen al Centro y se dejen encantar por alguno de los animalitos que llevan años esperando por una familia.
Además, invitó a quienes no pueden adoptar a ser concientes con estos peluditos y no maltratarlos, pues la calle, por sí sola, ya es muy cruel.
“Qué bueno que los animalitos que están en CAPA sean adoptados y les brinden el cariño que les ha faltado, porque ellos son muy agradecidos. Un abrazo o llevarlos a jugar son cosas simples y para ellos muy gratificantes, lo que ellos anhelan es una familia que los llene de cariño y afecto donde puedan tener una buena vida”, insiste.