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En el viejo hospital de los muñecos…

En la búsqueda constante de cumplir con los estándares de belleza impuestos por la sociedad, muchas personas recurren a procedimientos estéticos con la esperanza de mejorar su apariencia y aumentar su confianza, sin embargo, detrás de este deseo de perfección se oculta una realidad alarmante: la violencia médica y estética.

Esta violencia se manifiesta de diversas formas, desde la presión indebida ejercida por los profesionales de la salud, hasta la realización de procedimientos innecesarios o mal ejecutados. Este fenómeno no solo afecta la integridad física de los pacientes, sino también su bienestar psicológico y emocional.

En muchos casos, los pacientes son persuadidos para someterse a procedimientos estéticos innecesarios o excesivos con la promesa de alcanzar la belleza ideal. Motivados por intereses económicos, algunos profesionales de la salud recomiendan tratamientos costosos y riesgosos que no se ajustan a las necesidades reales del paciente, lo que constituye un grave abuso de confianza y poder.

Hace más de tres años, comencé a dar visibilidad a la enfermedad de los implantes mamarios asociada al síndrome de ASIA, y fundé un proyecto que, hoy en día, conecta a una gran comunidad con la información necesaria para tomar decisiones más conscientes.

No obstante, en este camino también he tenido que enfrentar la oscuridad que ensucia una práctica que debería ser reconocida por mejorar la vida de las personas, no por destruirlas en aras de objetivos económicos personales. Lamentablemente, esto no se limita al tema de los implantes que ha ganado relevancia en los últimos años. Se observa diariamente en consultorios de todo el mundo, donde médicos de diversas especialidades parecen olvidar el juramento que hicieron.

Esto se refleja en consultas rápidas y poco detalladas, donde el historial clínico del paciente es ignorado en favor de impulsar la venta de productos farmacéuticos, en lugar de buscar verdaderamente la salud y la curación de la comunidad. Es esencial reconocer que existen numerosos profesionales médicos que mantienen un auténtico espíritu de servicio y tratan a sus pacientes con el cuidado que merecen.

En mi experiencia personal, he conversado con mujeres que salen de consultas con médicos reconocidos en diferentes países y, al intentar abordar el tema de la enfermedad por los implantes o la explantación, reciben respuestas desalentadoras que van desde la manipulación emocional hasta el menosprecio de su salud y bienestar. Esto es un hecho cotidiano y preocupante.

Muchas de estas pacientes ya llegan con diagnósticos de depresión, y encontrar este tipo de rechazo por parte de quienes deberían ser su apoyo puede llevarlas a tomar decisiones drásticas.

¿Qué está pasando en nuestra sociedad cuando elegimos una profesión que debería basarse en el servicio y la empatía, y la utilizamos para someter a otros a este tipo de maltrato psicológico? Esto va más allá del tema de los implantes, es un problema que afecta a todos los consultorios del mundo, todos los días.

Es hora de abordar este tema. Los pacientes deben ser educados sobre sus derechos y empoderados para tomar decisiones informadas sobre su salud y bienestar.

En conclusión, la violencia médica y estética es un problema complejo y multifacético que requiere la atención y la acción inmediata de todos los actores involucrados. Solo a través de la conciencia, la educación y la regulación adecuada podemos poner fin a esta epidemia silenciosa y garantizar que todos tengan acceso a procedimientos estéticos seguros y éticos que promuevan la salud y el bienestar en lugar de comprometerlos.

Este es un llamado a una comunidad maravillosa dedicada a sus pacientes, una comunidad que requiere empatía. Ojalá, en sus prescripciones, veamos cada vez menos medicamentos y más mensajes de ánimo. Están aquí para curar, no para infligir más dolor; no para juzgar, y definitivamente, menos aún para opinar sobre el cuerpo de los demás basándose en ideales personales.

Como alguien que ha enfrentado el dolor y la muerte de cerca, además de haber transitado el camino del juicio de una sociedad que desde muy joven me dictaba expectativas estéticas, decisiones que casi me cuestan la vida, hoy les extiendo una invitación desde las distintas especialidades a unirse al hermoso sentimiento de la compasión, el amor y el recuerdo de su verdadero propósito.

Deberíamos preguntarnos, ¿Qué legado quedará realmente cuando partan de aquí y desaparezcan los beneficios económicos? ¿Qué se asociará a su nombre? ¿Cuántas vidas habrán salvado en el camino que se les ha brindado para hacerlo?.

Mi llamado, entonces, es a dejar de lado el privilegio que implica tener salud y estar frente a alguien que no la tiene. Un poco más de empatía, por favor, un poco más de amor y solidaridad. Ustedes poseen el conocimiento necesario para hacerlo. #Hedicho.

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